La vida que vivimos es resultado de millones de pequeñas cosas que nos van afectando de manera consciente e inconsciente. Por un lado hay unos factores externos como el entorno natural o la cultura. Éstos se presentan ante nuestros sentidos Y nos afectan incluso en contra de nuestra voluntad. Vivir implica coexistir con ellos, ya sea con aceptación o con intentos colectivos para generar cambios. Esta parte de la vida, es moldeable, es decir, se puede cambiar.
Por otro lado, la vida también es el resultado de nuestras circunstancias personales: la formación recibida, el trabajo desempeñado, la familia construida, las decisiones claves que hemos tomado. Estos factores circunstanciales, igualmente son moldeables con la fuerza de voluntad individual.
En última instancia y a nivel más profundo, se encuentra el factor determinante que da una interpretación específica a ese mundo externo con el cual nos encontramos y a esas circunstancias personales que vamos experimentando: el mundo interior.
El Mundo Interior
La parte interna comprende las capacidades y tendencias innatas, la intuición, el carácter, las ilusiones, emociones y formas de pensamiento personales que nos dan una identidad única e irrepetible. Sí, todos somos iguales y todos somos especiales. Durante el crecimiento de los niños es fácil ver cómo su mundo interior va creciendo y cambiando, lo cual demuestra que nuevamente es moldeable.
Los tres aspectos –el mundo externo, las circunstancias personales y el mundo interno- se cruzan y construyen inconscientemente una encrucijada que nos sitúa en circunstancias concretas de la vida. Sin embargo, la naturaleza moldeable de estos factores hace que la encrucijada esté viva y en proceso continuo de creación, en el cual el «mundo» interior es determinante para el crecimiento personal.
La Rigidez de los Adultos
¿Qué sucede cuando ya somos adultos? En la mayoría de los casos los adultos simplemente nos acostumbramos a lo que pensamos que somos; a los complejos mecanismos que hemos construido para manejarnos en el mundo y a las circunstancias personales. La costumbre nos hace percibir que la vida solo es posible de una manera, aquella en la que la vivimos.
Cuando dejamos de sentirnos flexibles y en movimiento, para sentirnos en una realidad rígida e inamovible se instala el conformismo que nos dice «así soy y ya no puedo cambiar». Llegados a este punto cada vez nos parece más difícil el crecimiento personal.
En la edad adulta hay además una tendencia a estar excesivamente pendientes del mundo externo: de cumplir nuestras responsabilidades, de asegurarnos el futuro…, lo cual promueve ese olvido de nuestro interior y merma el potencial innato que tenemos de un continuo crecimiento, de una mayor satisfacción y plenitud.
El ejemplo de muchos demuestra que sí es posible el desarrollo personal, cambiar y seguir creciendo hacia grados de madurez emocional, mayor coherencia, auto-conocimiento y conciencia. De hecho, en la sociedad occidental cada día son más las personas que sienten estas necesidades superiores como lo diría Abraham Maslow. Son personas adultas que deciden seguir creciendo, conscientes que en muchos casos esto implica des-aprender lo que no les sirve.
Ante el crecimiento personal siempre habrá un cierto grado de resistencia y dificultad. Esto es totalmente normal. Te parecerá que das dos pasos adelante y uno hacia atrás. Parece algo difícil de atravesar pero una vez superada, da vía libre a un bienestar que supera las dificultades atravesadas. Con una actitud que mezcle apertura, determinación, flexibilidad y constancia, toda mejora interior es más llevadero y sus beneficios, infinitamente aconsejables.
FIN.
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