CATACLISMO

ARTISTAS DE LA POSGUERRA ESPAÑOLA. CAMPO CERRADO

el-arte-de-la-espana-mas-gris-de-los-vencedores-y-vencidosRemedios Varo, Alegoría de invierno, 1948

 

ARTISTAS DE LA POSGUERRA ESPAÑOLA. CAMPO CERRADO
Rocío de la Villa

El Museo Reina Sofía se suma a la necesidad de reconstruir la memoria histórica de España durante la dictadura franquista revisando el periodo más duro de la posguerra: desde la resolución de la Guerra Civil a 1953, año de la firma del pacto entre España y Estados Unidos y el Concordato con la Santa Sede. Legitimaciones en el ámbito de la política internacional que en el terreno artístico se habrían anticipado con el éxito de la participación de España en la IX Trienal de Milán en 1951 y la decisión de celebrar ese mismo año la I Bienal Hispanoamericana de Arte y la creación del Museo de Arte Contemporáneo.

Fruto de tres años de investigación de todos los departamentos del museo junto a la comisaría Lola Jiménez-Blanco, se han reunido cerca de mil piezas  (unas 100 pinturas, 20 esculturas, 200 fotografías, 200 dibujos, bocetos teatrales, 26 filmaciones, 11 maquetas, 200 revistas y diversos materiales documentales de archivo) extraídas de  100 colecciones y archivos, tanto públicos como privados, de más de 200 autores, que trabajaron en España y en el exilio. Apenas una decena son mujeres, lo que queda lejos de los porcentajes reales de la época. Y esto, a pesar de la violencia ejercida por la dictadura sobre las mujeres en la sociedad española de la época a través de la Sección Femenina de la Falange junto a la nueva legislación represiva. Tal como bien se subraya en los textos didácticos que van concretando el sentido de los diversos capítulos: 1) una nueva era; 2) retornos y academias; 3) campo y ciudad; 4) irrupción de lo irracional. El postismo; 5) intervalo teatral; 6) exilios; 7) arquitecturas; 8) primitivo, mágico, oscuro; y 9) apropiación oficial de lo moderno.

Nanda Papiri, Sin título, s.f.

Capítulos donde se hace evidente la supervisión del director del museo, Manuel Borja-Villel y sus conocidas convicciones, como la importancia de lo teatral, su filia hacia lo irracional y su pertinaz creencia de que, salvo excepción, las artistas mujeres en nuestro país solo aparecen a partir de los años 80 del siglo XX. Creencia infundada, sin base objetiva alguna pero reiterada una y otra vez en todas sus actuaciones.

De hecho, otra consecuencia de la responsabilidad curatorial bifronte de este proyecto, es la contradicción existente entre el recorrido de la exposición y el libro editado para la ocasión, que reúne las investigaciones de, entre otras, Patricia Molins, que habla de Maruja Mallo, pero conoce bien al resto de artistas mujeres de la época; Alina Navas, que escribe sobre Rosario de Velasco a propósito del Segundo Salón de los Once -pero prácticamente desaparecida en la exposición-; o María Rosón, que ampliando lo que expone aquí, acaba de publicar en la editorial Cátedra el excelente estudio Género, memoria y cultura visual en el primer franquismo.

Con Campo cerrado, expresión tomada del libro homónimo de Max Aub que recrea esta posguerra, el Museo Reina Sofía ha vuelto a perder otra oportunidad de reeescribir la historia del arte de nuestro país. Y esto, en sus propios términos. Todavía recordamos la primera presentación de la Colección en 2008 con la que Manuel Borja-Villel expondría su programa, construida a base de «constelaciones» con la intención de huir de los grandes nombres que buscan los turistas en los museos. Pues bien, aquí la presencia de Picasso, Miró o Tàpies es totalmente desproporcionada frente a las artistas en el exilio Maruja Mallo y Remedios Varo, aquí solo con un maravilloso cuadro.

Julia Minguillón, Escuela de Doloriñas, 1941. Óleo sobre tabla, 200 x 220 cm

Pero si recorremos la exposición con la curiosidad de encontrar obras y autores hoy prácticamente olvidados, con la finalidad de reconstruir contextualmente un periodo desde una perspectiva de sociología del arte, también hace agua por todas partes. Aceptando la negrura de este periodo, con una escena artística desmembrada y desorientada, donde tantas telas nos sobran por mediocres cuando no abiertamente malas de supuestos artistas demasiado influidos por otros, anacrónicos y perdidos…, no parece que el criterio de calidad bajo el que se suele excluir a las artistas tenga cabida aquí.

Al menos, hubiera tenido valor y sentido explicar a la sociedad española de este siglo XXI que ya en ese periodo, incluso en ese tiempo de exilio y doble represión para las mujeres en nuestro país, al menos un 10% artistas de los participantes en las Exposiciones Nacionales eran mujeres. Y no sólo que Julia Minguillón obtuvo con su Escuela de Doloriñas el primer premio cuando se reanudan en 1941, tras el intervalo de la guerra. Otras artistas participantes en esta exposición fueron María Revenga, María del Carmen Corredoyra, Carlota Ferreal, María Luisa Palop y Rosario de Velasco. Además, la Escuela de Doloriñas fue exhibida posteriormente en la Austellung  Spanischer Kunst der Gegenwart en Berlin, 1942; la XXII Bienal de Venecia ese mismo año, en la que participaron también Rosario de Velasco y Magdalena Leroux; y en la Exposición de Arte Español en Río de Janeiro, en 1948.

Artistas apenas y mal representadas –sin apenas obras– en esta exposición, con Julia Minguillón y Delhy Tejero en el capítulo «Retornos y academias»; Nanda Papiri, en «La irrupción de lo irracional»; Victorina Durán, en «Intervalo teatral»; Maruja Mallo, Remedios Varo y Manuela Ballester, en «Exilios»; y la italiana Carla Prina y Josefa Tolrá, en el capítulo «Primitivo, mágico y oscuro». Eso es todo.

Sin embargo, hubo muchas más artistas exiliadas. A México se exilian, además de Manuela Ballester, Paquita Rubio, Elvira Gascón, Soledad Martínez, Carmen Millá y Elisa Piqueras; a las que se suman, tras su estancia en París, Remedios Varo y la crítica Margarita Nelken. Y a Buenos Aires, Maruja Mallo y la crítica María Martínez Sierra. Las consecuencias serán devastadoras para las mujeres en la España franquista, para las artistas a las que se obliga a desligarse de todo horizonte de libertad creativa y emancipación, y para todas las españolas y españoles, cuyo imaginario colectivo será sometido a un espejo aberrante.

Por otra parte, como nos recuerda Pilar Muñoz López, que lleva décadas estudiando el periodo, en su última publicación: Artistas españolas en la Dictadura de Franco. 1939-1975 (ArCiBel edtores), en 1947, Carmen Álvarez de Sotomayor, Mariana López Canci, Julia Minguillón y Marisa Roësset son seleccionadas para la exposición organizada por el Women International Art Club, celebrada en Londres y en la que también participan, por ejemplo, Laura Knight y Sonia Delauny, y donde Marisa Roësset es premiada. Por poner un solo ejemplo.

Estos y otros muchos datos demuestran que esta exposición no resarce, sino que vuelve a infligir aquella violencia hoy en día sobre las mujeres en este país, ocultando su pasado y su legado. Si un Museo Nacional desatiende, ningunea y desprecia a la mitad de la población, sus responsables tienen que irse a la calle. Las mujeres de este país devaluado y endeudado no pagamos impuestos para mantener en sus sillones a cargos que siguen excluyendo en un «campo cerrado» a las artistas, no cumplen las leyes (Ley Orgánica de Igualdad, 2007) y perpetúan la discriminación contra las mujeres.

Campo cerrado. Arte y poder en la posguerra española. 1939-1953, Museo Reina Sofía, Madrid. Hasta el 26 de septiembre de 2016.

Comisaria: Lola Jiménez-Blanco.

 

 

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