Dice un antiguo proverbio chino que la vejez comienza cuando los recuerdos pesan más que las esperanzas. Evidentemente, después de sesenta años en la música, el baúl de vivencias de Miguel Ríos (Granada, 1944) pesa lo suyo y así tiene que ser. Lo que sucede es que la maleta que está preparando el artista para vivir su futuro más inmediato está también a rebosar: tiene nuevo disco, prepara una nueva gira que le tendrá en la carretera hasta finales del año que viene (empieza en Marbella el 19 de junio) y, a sus 76 años, se ha metido de cabeza en el arduo proceso de aprender a tocar la guitarra con la ilusión de un adolescente. Ser joven es eso. Lo de las chupas de cuero es solo parecerlo.

El 7 de mayo verá la luz Un largo tiempo, el primer álbum con canciones escritas de su puño y letra desde hace más de una década. Diez temas que nacen de la necesidad vital de contar y cantar, y no de cumplir contrato con ninguna discográfica. Y por devoción la música suena mucho mejor que por obligación. Quedamos con él en medio del campo para charlar y comprobar que, efectivamente, ya se maneja con soltura con las seis cuerdas. Llega en su propio coche a la cita en un solitario páramo a las afueras de Madrid, un ambiente lo más ingrato posible para el dichoso virus, que trae a Miguel de cabeza. Porque estar en casa encerrado, aunque sea abrazado a una guitarra, no es precisamente lo que mandan los cánones del rock and roll.

miguel ríos tocando la guitarra en la puerta de una carvana
Alfredo Arias

¿Tú no te habías retirado hace más de una década?
Sí, me van a llamar mentiroso toda la vida. Me despedí hace once años con la gira Bye Bye Ríos y en aquel momento realmente pensaba que iba a ser la última. Sabía que a la gente le daba mucho placer volver a escuchar Santa Lucía por enésima vez, pero a mí ya me estaba empezando a cansar. Además, en ese momento me acordé de algo que me comentó mi madre cuando la llevé a ver a Antonio Machín a Granada. Los dos estaban ya muy mayores, y entramos a saludarle al camerino. Ella estuvo muy callada y al salir me dijo: “Niño, tú no te vayas a hacer viejo en el escenario, ¿eh?”. Aquella frase se me quedó grabada.

Pues quién lo diría. No solo vuelves al escenario. También lo haces por primera vez tocando además de cantando...
Estoy emocionado, tío. La guitarra ha sido mi asignatura pendiente toda la vida. Ya lo intenté alguna vez con aquellos cursos a distancia del CCC, pero el método era muy hostil, me resultaba imposible. Ahora, con la pandemia he tenido más tiempo, me lo he tomado como una enseñanza de senectud y todos los lunes doy clase por videoconferencia. Esto es un aprendizaje non stop que va a durar hasta el día en que me muera, hasta mi último suspiro.

Cuando empiezo a hacer acordes me da como una especie de paz... que va seguida de una rabia inmediata por no ser Eric Clapton

¿Cuál ha sido la primera canción que has aprendido?
Pues mira, la primera que conseguí tocar entera no ha sido una mía. Fue El ángulo muerto, de Lapido. Poco a poco y con muchos fallos, pero ya me lo monto bien y lo disfruto muchísimo. Algunas veces me siento Nerón: si tuviera una lira, en lugar de una guitarra ardería Madrid. Empiezo a hacer acordes y me da como una especie de paz... que va seguida de una rabia inmediata por no ser Eric Clapton [risas].

¿Y qué ha cambiado ahora para volver a girar una década después de dejarlo?
Fundamentalmente, que por aquel entonces hacía años que no tenía canciones nuevas que cantar, y ahora sí. He tenido la suerte de contar con José Nortes y juntos hemos querido hacer este álbum. No es como cuando las compañías de discos me obligaban a hacer uno al año, que es lo que me ha pasado durante 30 años de mi vida. Un largo tiempo es un intento de seguir escribiendo música contemporánea con mi propia biografía. Desde el principio de mi carrera, cuando fui el Rey del Twist, siempre he cantado la música de mi tiempo, del que me ha tocado vivir. Ahora que he llegado a esta edad tardía, me he puesto a escribir de lo que me pasa a mí y, como no soy un bicho raro, de lo que por extensión le pasa a mucha otra gente.

“Pero en su corazón, suena el blues de la tercera edad, un sutil aguijón de nostalgia, llamado soledad...”, dice el single.
Sí, en principio esta iba a ser una canción sobre un enamoramiento en el Imserso, porque todavía tengo mucha esperanza en ligar, eso es algo que se queda en el ADN de la materia [sonríe]. Quería escribir sobre la soledad de la tercera edad, porque hay mucha gente cercana que no lo lleva bien. Y esta pandemia, además, se ha cebado con ellos. Por eso es un blues, la tristeza máxima.

Para triste La estirpe de Caín, una canción que sí que pone los puntos sobre las íes de esta pandemia.
Yo no quería escribir de esto, me dio mucha amargura tener que hacerlo. Fue un exabrupto que nació de la rabia de ver lo pollinos que hemos sido llevándolo, de contemplar los espectáculos tan lamentables en el Congreso, donde se saltaban cualquier tipo de razón para imponer un discurso que nada tenía que ver con la realidad de lo que estaba pasando. Hay una separación enorme entre el pequeño grupo que manda y el gran magma que obedece. Necesitamos mecanismos que hagan posible que el deseo del pueblo de verdad sea escuchado y que sus programas sean un contrato y no una promesa.

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La mayoría de las canciones surgidas de la pandemia hablan de abrazos y solidaridad. ¿No te jode un poco que haya tenido que venir Miguel Ríos a cantar el panorama tal cual es? ¿No crees que les falta rabia a nuestros músicos más jóvenes?
A mí me gusta mucho lo que escribe gente como Lapido, Quique González o Vetusta Morla. Te das cuenta del amor que tienen por la música y no son tíos banales. Cuentan lo que les mueve, pero probablemente sus postulados y sus planteamientos no les llevan a hacer una canción protesta pura, como es La estirpe de Caín. Y es verdad que yo me he dedicado a denunciar en algunas ocasiones, a escribir canciones con este tipo de calado, pero no siempre. Esta canción sí salió de la rabia.

Antes de empezar la gira, cuando ya se hayan vacunado todos los alcaldes y todos los obispos, ¿lo harás tú también?
Sí, en cuanto pueda. Lo estoy deseando y espero estar en la lista en breve. Es para lo único que me va a servir la edad, para ponerme la vacuna antes que tú [risas]. Y yo sé que no tengo ninguna necesidad de salir a tocar, pero quiero presentar estas canciones nuevas, aunque luego sé que me van a pedir Santa Lucía y el Bienvenidos, y también las cantaré con gusto porque la gente tiene derecho a recuperar sus recuerdos. Supongo que me lo voy a pasar muy bien porque, además, el formato es muy atractivo: van a ser conciertos pequeños que permiten crear mucha intimidad en el escenario.

He escogido un oficio en el que vales tanto como lo que dicen que vales, y eso es una putada

¿Y cómo se organiza una gira de 30 o 40 bolos con la que está cayendo?
Con mucha paciencia y asumiendo que puede haber cancelaciones. Lo primero que hice antes de prepararla fue mandarle mi autobiografía (Cosas que siempre quise contarte, Planeta) a Manuel Notario, que es quien me lleva ahora, para que viera la mala relación que he tenido durante toda mi vida con mis mánager. Pero me he prometido vivir la gira como venga, sin tener que demostrar nada, salir a disfrutar. El único miedo que puedo tener es que venga menos gente de la que espero.

En esas memorias dices que has llegado a ser quien eres en la música porque siempre te ha importado mucho el qué dirán. ¿El tiempo te ha pulido un poco el ego?
En nuestro país esto es una cuestión cultural. Y además yo he escogido un oficio en el que vales tanto como lo que dicen que vales, y eso es una putada. No es tanto una cuestión de ego: incluso a los tíos que no cantan bien, siempre según el canon que me he montado yo en mi cabeza, los he admirado mucho por su capacidad de comunicar. Joaquín [Sabina], por ejemplo, nadie puede ser tan poco académico y a la vez tan emocional. Nadie puede cantar como él. Cantas una canción suya y por mucho que intentes darle el matiz, tiene algo que tú no tienes. Eso es el arte.

miguel rïos posa con una guitarra frente a una caravana
Alfredo Arias Horas
retrato de miguel ríos
Alfredo Arias

Tu carrera está llena de versiones y tu nuevo single va a ser Que salgan los clowns (9 de abril), un tema que popularizó Sinatra (Send In The Clowns). ¿Cómo eliges qué canciones quieres adaptar?
Esta tiene su historia. Vi Joker y la película me sobrecogió de una manera acojonante, por cómo estaba retratada esa locura, esa desnaturalización del ser humano. Me fascinó. Me dejó muy tocado y en los créditos empezó a sonar Send In The Clowns que, aunque me gusta Sinatra, no la conocía y pensé: “Este tema es la hostia, me gustaría hacerlo”. También tenemos en el disco una versión de la canción Comes Then Goes, de Eddie Vedder, de Pearl Jam.

Por la que Javier Bardem se acabó ganando unas líneas en los agradecimientos del disco…
Sí. Resulta que le dimos una fiesta a su madre, creo que fue por su 70 cumpleaños, y al bajarme del escenario Javier me dijo: “Joder, Miguel, cómo has cantado, la hostia”. Y yo le dije: “Pero ¿qué me cuentas? Si tú eres amigo de Eddie Vedder, que es la garganta más prodigiosa del mundo. Nadie canta como ese pavo”. Y ahí se quedó la cosa. Tiempo después hice esta versión y se la mandé: “Mira lo que he hecho con la canción de tu amigo...”. ¡Y el tío se la envió a Vedder! Entonces el propio Vedder me mandó un mensaje tan maravilloso, tan acojonante… Empezaba diciendo que parecía que yo tenía 20 años, que se había creído al principio que yo era un joven español que estaba empezando y que me invitaba a subirme con él al escenario en cuanto viniera a cantar aquí. Fue muy emocionante. Y versionar su Comes Then Goes ha sido una maravilla. Cantar ese tema es correrse, las palabras salen solas, redondas, es orgásmico.

Hablando de orgasmos, ¿en el rock patrio también se cumple lo de sexo, drogas y rock and roll?
La verdad es que hubo una época en la que las tres cosas coincidieron. Y fue de puta madre. [Me mira bastante serio y confirma] Pero de puta madre, ¿eh? Nosotros hemos tenido mucha suerte porque no existía el sida, las ETS se curaban con penicilina y era cojonudo porque las purgaciones te las podías permitir [hace años la gonorrea se conocía como ‘enfermedad de la purgación’]. Bueno, y también tengo que decir que me he liado con chicas muy limpias. Y en cuanto a las drogas, fueron fundamentales en mi generación. Nos vinieron dentro del paquete cultural, y qué duda cabe de que hay un antes y un después de tomar ciertas sustancias, aunque a cada uno le sienten de una manera. Hay algunas psiques que se desequilibran con nada y otras que aguantan barbaridades, como la de William Burroughs, que era capaz de meterse un ácido en un batiscafo, en la máxima oscuridad, y salir el tío incólume.

Más que haber dejado las drogas, puedo decir que ellas me han dejado a mí

¿Seguís teniendo algún tipo de relación? Las drogas y tú, no Burroughs y tú...
No, ya nada. Pero por pura biología. Los canutos fue lo que más aguanté, hasta que empezaron a darme pálidas muy seguidas. Tengo una cosa que se llama síncope vagal, que consiste en que no te llega sangre al cerebro y te desmayas. Me iba avisando, iba a un concierto, fumaba y me daba la pálida. Vomitaba un poco y más o menos me recuperaba, pero ya llegó un momento en que llegaba a perder el conocimiento, y lo dejé. La coca también la tocaba esporádicamente, y ya al final solo una rayita muy de vez en cuando si me la ofrecían, pero también lo dejé. Porque además la coca te lleva a fumar y a beber mucho, te metes una raya y a continuación 20 pitillos y 30 copas porque es lo que compensa, lo que equilibra. Quitarme del tabaco ha sido mi último hito, porque tenía un pequeño enfisema. Más que haber dejado las drogas, puedo decir que ellas me han dejado a mí.

miguel ríos andando de espaldas con la guitarra en la mano
Alfredo Arias

Por culpa de la marihuana además estuviste un mes en la cárcel.
Sí, y ahora lo puedo decir, porque con 76 años ya tengo la distancia suficiente para saberlo: fue el peor momento de mi existencia. Lo peor que me ha pasado en la vida fue entrar en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol y que me tuvieran tres días encerrado en un calabozo. Me pasearon esposado por toda la calle Correos para que la gente me viera y luego me llevaron a Carabanchel, donde pasé 27 días. No sabes todas las perrerías que me hicieron por fumarme un canuto. A veces me planteo qué hubiera pasado si yo no hubiera sucumbido ante esa situación, si hubiese podido contra el sistema. A lo mejor hubiera sido un tío imparable.

En este momento de la charla veo por primera vez a Miguel tocado al recordar parte de su pasado. Aquel episodio se produjo porque otros detenidos confesaron que él estaba fumando porros con ellos y, después de tres días soportando los métodos franquistas, el artista acabó dando el nombre de otras tres personas que estaban allí aquel día. Es, quizás, la única parte de su biografía con la que no ha logrado reconciliarse del todo: “Durante unos minutos fui un mierda. Fue terrible”.

Volviendo a La estirpe de Caín, dices la frase: “Hay ricos en Mercedes que gritan libertad”. Cuando tú ves esto por televisión, habiendo vivido de verdad una dictadura, ¿qué se te pasa por la cabeza?
Es curioso este advenimiento de la derecha más extrema, otra vez, el neofascismo este que estamos teniendo... Yo viví con miedo de verdad, con pavor. Tenía agendas, y cuando me entraba la paranoia las destruía todas, porque podía llegar la policía, cogerlas, y ver que este era amigo mío o este otro... Hemos vivido una vida que tiene muchas vidas, y hay que trabajárselo psíquicamente para sentirte lo menos desgraciado posible, porque todas esas vidas están encasilladas en épocas y encajar esos momentos en su contexto es orgánico y tiene sentido. Lo que no lo tiene es vivir fuera de tu tiempo. Como lo de este tipo, el Hasél, ¡que le han metido en el trullo, tío!, ¿tú sabes lo que se siente ahí dentro?

No, la verdad es que no.
El trullo es lo más abyecto que el ser humano ha podido hacerle al ser humano. Saber que el mundo sigue girando sin ti mientras tú estás en un hoyo metido es como una pequeña muerte instantánea. Que te encierren ahí es lo más parecido a lo que te va a pasar cuando te mueras, lo que ocurre es que en la cárcel estás vivo y te estás dando cuenta. Y eso es una cosa terrible.

Volviendo al pasado, cuando España era un clamor contra la guerra de Irak, le pediste a Florentino Pérez que, igual que había hecho el Barça, los jugadores del Real Madrid llevaran un mensaje por la paz en la camiseta. Ante su negativa, juraste no volver al Bernabéu mientras él siguiera siendo presidente. Han pasado casi veinte años de aquello. ¿Has cumplido?
He vuelto al Bernabéu, pero no en acto futbolístico, que es mi venganza. Fui a ver a Bruce Springsteen, pero no he vuelto a animar al Real Madrid en el campo. Lo veo en la tele y me gasto una pasta porque me encanta. Fui absolutamente tonto simplemente por proponer aquello, porque, como me dijo mi amigo Valdano, ¿quién está sentado al lado de Florentino? Aznar. ¿Y quién ha firmado para apoyar esta guerra? Pues eso. ¿Este tío va a poner “El Madrid por la paz” en la camiseta? Este tío lo que quiere es ir a reconstruir allí después, y llevar él las máquinas. Así que no, no he vuelto.

Viendo tu estado de forma, casi me sabe mal preguntar... ¿Estamos ante tu último disco y tu última gira?
Je, je. Ya no me atrevo a mentir más.

Terminamos la sesión y, como por arte de magia, se cierra el círculo. Dos operarios aparecen con una grúa para retirar la caravana que nos ha servido para ilustrar esta charla y de repente se encuentran con el rockero en mitad de un campo perdido de la mano de Dios: “Coño, ¡si es Miguel Ríos!”. Le saludan, se hacen fotos y, al marcharse, uno de ellos se gira: “Sepa usted que yo empecé a tocar la guitarra por su culpa. Quería tocar sus canciones”. Miro a Miguel y le digo en voz baja: “Pues mira, ya sois dos”.

Fechas confirmadas de la gira de Miguel Ríos
-Málaga (19 de junio, Starlite Festival)
-Valencia (1 de julio)
-Madrid (4 de julio)
-Alicante (16 de julio, auditorio ADDA)
-Barcelona (18 de julio, Festival Jardins de Pedralbes)
-Granada (11 de diciembre, Palacio de Congresos).

Asistente de fotografía: Fernando Dotonic · Maquillaje y peluquería: Rodrigo Galo · Editora de fotografía: Carolina Álvarez · Producción: Mariana González · Asistente de iluminación: Andrés Abella · Agradecimientos Gibson España

*Este artículo aparece publicado en el número de abril de 2021 de la revista Esquire

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