Opinión

El guardián entre el centeno

Por: Diario Concepción 25 de Enero 2017
Fotografía: imagenPrincipal-6856.jpg

J.D. Salinger, con uno de sus personajes de "El guardián entre el centeno", expresaba: "Al que cae no se le permite ni oír ni sentir que ha llegado al fondo. Solo sigue cayendo y cayendo. Es el tipo de caída destinada a los hombres que en algún momento de su vida buscaron en su entorno algo que éste no podía proporcionarles. O que creyeron que su entorno no podía proporcionárselo. Así que dejaron de buscar. Abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera". 

Cualquiera puede morir como un héroe por cualquier causa, por muy indigna que sea, en su afán de permanente búsqueda, sin llegar a descubrir, como propone Salinger, que: "lo que distingue al hombre inmaduro es que aspira a morir noblemente por una causa, mientras que el hombre maduro aspira a vivir humildemente por ella". No somos los únicos. Pero la paradoja es que, si bien no somos la única individualidad, solo nosotros vivimos nuestras vidas y vivir como consecuencia de nuestras decisiones. Nadie, aunque quiera, podrá nacer o morir en nuestro lugar. 

Podemos ser testigos de muchos sufrimientos, y aprender de éstos, así como otros pueden aprender de los nuestros. Yun Sun Limet, en su lecho de enferma, dice que la libertad no consistía en vivir sin ataduras ni obligaciones. Asumirlo sería negar nuestra condición de seres humanos en comunidad. Ser libre "es responder a las necesidades interiores. Vivir según elecciones que le dan sentido a la vida".

Lo que no resulta para nada fácil de especificar, si tomamos en consideración que somos 

forjados del prejuicio y contradicciones, propias de nuestro recorrido individual y experiencias, lo que hace complejo que coincidan nuestros proyectos inmateriales con las posibilidades y medios materiales. Es decir, llegar a sentirse realizado y no ocupándose de rellenar el día por una retribución que permita subsistir, no vivir. Que nos permita distraernos, pero no concentrarnos en la determinación de lo que podamos realmente conferirle un sentido.

Nunca es tarde para contemplar y comprender, salvo que nos pasemos la vida compadeciéndonos y resignándonos, en lugar de actuando y transformándonos, para no tener que lamentarnos, si es que se da la oportunidad de mirar hacia atrás, cuando hagamos el diagnóstico final al terminar este breve viaje por la existencia, y no finalizar arrepintiéndonos por no habernos dado cuenta que en realidad sólo estábamos cayendo y nunca nos dimos el tiempo de detenernos para constatarlo y evitarlo. 

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