Coré y El Peneca: una historia de arte y literatura

Alejandro Carreño T.

Hay artistas que se confunden con el medio en que escriben o dibujan y ya no sabemos más cómo separarlos. 

Contenido de la edición 20.05.2021

 

Además, ¿separarlos para qué, si son una unión indisoluble de talento artístico y cultura que marca una época y la trasciende en el tiempo y el espacio? Esta unión indisoluble de talento artístico y cultura la representa el pincel de Coré y las historias de la revista El Peneca, que por décadas llevó a generaciones a soñar y vivir los sueños de personajes hechos de letras y de carne y hueso. Historia y Literatura compartieron sus relatos ficticios y verdaderos no solo mediante la narración de la palabra, sino también de la narración de coloridas imágenes. "Coré fue el reportero gráfico de -como él decía- las clases imaginarias" (Jorge Montealegre, Coré. El tesoro que creíamos perdido, Ediciones Asterión, Santiago de Chile, 2012). El libro de Jorge Montealegre, de acabada belleza estética, es un recorrido maravilloso por la historia de El Peneca y sus narraciones coloreadas por el arte de Coré. Fueron años de incomparable desarrollo artístico y cultural. En esta columna revisamos los fructíferos años de Coré en El Peneca. El desarrollo artístico-cultural del artista y de la revista que, como dijimos, varias generaciones pudieron disfrutar en la magia del papel, y que ahora pueden hacerlo desde sus casas a través de la magia de la tecnología.

El Peneca nace el 23 de noviembre de 1908, en la imprenta Universo, editada por Zig-Zag. Desaparece en octubre de 1960. Con ella aparece el periodismo moderno en Chile, que trajo consigo una serie de revistas orientadas a públicos específicos. El público infantil también tuvo su espacio en los quioscos del país. Publicaciones como Revista de los Niños (1905) y Chicos y Grandes (1908), llegaron para entretener y educar. Pero solo El Peneca perduró en el tiempo gracias a su contenido lúdico y didáctico, y a su capacidad para comprender el alma de los niños e integrarlos a su creación mediante colaboraciones. Varios de estos colaboradores se convirtieron más tarde en dibujantes de la revista, como Miguel Ángel Suárez, que firmaba "Más" y Julio Berrío, que lo hacía como "Juber". Era, como señala el subtítulo un "Semanario ilustrado para niños", y así lo estipula su primer editorial: "Cooperar al esfuerzo de todos los que luchan a favor de la instrucción popular y hacer en todo caso la delicia y el encanto, la distracción honesta y provechosa de los niños" (citamos por el sitio ergocomic, Cien años de El Peneca, Primera Parte). En su artículo El Peneca: la lectura a través de la imagen, escrito para la Revista Multimedia de Literatura, Estación de la Palabra, 2018, Daniela Pinto comenta: "Y, aun cuando predominó siempre en El Peneca el texto por sobre la imagen, es indiscutible que fue esta última la que logró asentar en una cantidad considerable de lectores chilenos, el hábito de la lectura textual. Solo por eso, El Peneca merecería ser revisitada más asiduamente, al menos desde el ámbito de los estudios sobre la historia de la lectura en Chile". Era, efectivamente, un semanario ilustrado para niños.

El Peneca, ese "tesoro que creíamos perdido" y que llegó a tener un tiraje de 240.000 ejemplares semanales en 1950, número surrealista para cualquier medio chileno hoy, fue la casa ilustrada donde Coré, seudónimo de Miguel Silva Ossa, pobló de sueños las generaciones de lectores que esperaban ávidos la llegada del nuevo ejemplar, con las aventuras de sus personajes favoritos coloridos por el mágico pincel del artista. En una columna publicada en el diario La Tercera de Santiago, el domingo 4 de abril de 2020, titulada El hermano Justiniano, Mario Vargas Llosa recuerda su vínculo con la revista: "El cartero depositaba cada semana cuatro revistas en la casa, tres argentinas y una chilena: Leoplán, para el abuelo Pedro; Para ti, que leían la abuelita Carmen, la Mamaé, mi mamá y la tía Lala, y, para mí, Billiken y El Peneca. Esperaba esas revistas como maná del cielo y las leía de principio a fin, incluidos los avisos".

Durante toda su existencia, la revista fue fiel a lo dicho en su primer editorial: aportar a la "distracción honesta y provechosa de los niños". Esta fidelidad explica el sorprendente tiraje que tuvo en los años cincuenta que extendió la fama de la revista por América Latina. Cada semana se tenía la oportunidad de acompañar a emblemáticos personajes como "Herne, el cazador", dibujado por Coré. Acompañar las aventuras del cuento "Perico de los Palotes", ese duende malicioso que quiere llevarse a una muchacha, si no responde a su acertijo. O de "Juan sin Suerte", entre tantas y tantas otras aventuras, era lectura obligatoria de los niños y jóvenes de la época. Pero también de los mayores, que hicieron de la revista su propia lectura sabatina. Fueron cinco décadas en que El Peneca fue evolucionando no solo en los contenidos, sino también en su preocupación por llegar a todos los niveles sociales. En sus páginas se encuentra desde "La triste historia de Cachencho", una historia cómica de seis cuadros, a personajes notables como "Quintín el Aventurero", y otros jóvenes justicieros.

Pero la época de oro de la revista se inicia cuando asume como directora Elvira Santa Cruz Ossa, tía del dibujante, más conocida como Roxane, en febrero de 1921. Ella permanece como directora treinta años. Bajo su conducción "El Peneca llegó a un tiraje de más de 200.000 ejemplares que se vendían en toda Latinoamérica. Roxane crea la serie "María Luz y Luz María" para las niñas. Pero los principales héroes de la publicación eran [...] "Quintín el Aventurero" y "El Capitán Luna", un enmascarado, aventurero de capa y espada, alto y moreno, que de noche administraba justicia ocultando su humilde identidad de Martín, el herrero" (citamos por el sitio ergocomic, Cien años de El Peneca, Segunda Parte). Fue en esta época de oro de la revista que brilló el pincel de Coré. Su talento artístico no solo en el trazo de sus dibujos, sino también en el manejo de los colores, hizo del dibujo un poema de cada una de las narraciones que ilustraba. El niño silencioso y melancólico que fue, enfermizo, que imaginó mundos creando su propia fantasía de muebles, figuras y personajes, revolucionó la ilustración de la revista. Su timidez no le impidió seguir su instinto en vez del camino seguro. De hecho, deja la carrera de arquitectura por el incierto camino del dibujo, porque los designios de Dios solo Dios los conoce, ha dicho Jorge Luis Borges. Y el destino de Coré estaba en el dibujo, ese camino tortuoso que siempre es "inseguro" para vivir la vida, y no en la arquitectura, el "camino seguro" para vivirla. Por eso, como señala Rafael Valle en su artículo Coré y el retrato incompleto (Revista Dossier 22-La persistencia de la biblioteca), "esa inconformidad explica, tal vez, que tome su seudónimo del personaje bíblico que se enfrenta y cuestiona el liderazgo de Moisés ante el pueblo de Israel". Coré ben Izhar (Coré, hijo de Izhar), se rebela contra Moisés y Aarón y Dios lo condena a morir quemado en las profundidades de la tierra junto con los suyos (Números 16: 1 a 34). Coré, el dibujante, tendrá también un destino trágico, arrollado por un tren.

Mario Silva Ossa - Coré

La variedad de personajes y épocas narrados por la revista, conforma un abanico cultural de historia, literatura y relatos diversos, difícil de igualar en el lenguaje de la narración ilustrada chilena: Robin Hood, La Flauta Mágica, Genoveva de Brabante, Lautaro, Kang, La Bruja que perdió su Moneda de Plata, El Hada de la Aritmética. Un mundo, en definitiva, de sueños y ensueños. Pero también de realidades. El poeta Enrique Lihn decía en 1986: "Al ver AHORA los dibujos de Coré, recuperaremos un 'entonces' igualmente imaginario, en que se ilustran mutuamente esos dibujos y nuestra memoria. Ella tampoco hace historia, sino fábula" (citado por Jorge Montealegre en su obra). Y cómo no recordar aquí el hermoso poema de Jorge Tellier dedicado al magnífico dibujante, A Coré: "Hay una puerta labrada / Miramos por la cerradura / y aparece un niño / semejante a todos nosotros, / mensajero del País de Irás y No Volverás / con el último «Peneca» en las manos. / (Lejos se oye el galope fantasmal de Herne el Cazador, / los cantos de los duendes en los bosques, las olas / rompiéndose contra la balsa de Robinson Crusoe...) / Y en el fondo de la casa sin muros del recuerdo / seremos otra vez los niños / que van a abrir el cofre / donde está el tesoro que creíamos perdido". El último verso subtitula el hermoso libro de Jorge Montealegre. Así mismo, el número de dibujantes e ilustradores que pasaron por sus páginas, son incontables (dejamos a la curiosidad del lector indagar en la bibliografía señalada en la columna), antes y después de la Coré.

Por eso la portada del ejemplar 2000, del 12 de abril de 1947 (que demorará en llegar a la Biblioteca Nacional Digital), ilustrada también por Coré, es un desfile de épocas y personajes que poblaron la revista. En ella se encuentran los penachos indios y los pañuelos de piratas, pero también sombreros de gnomos y turbantes. En esta portada se describe la historia soñada de El Peneca. La historia de esta simbólica portada tiene su origen en un sueño de Coré, que Montealegre relata en su citada obra Coré. El tesoro que creíamos perdido, y que nosotros contaremos en brevísimas palabras. Agobiado por la petición de Roxane, la directora, para que pintara una portada conmemorativa del ejemplar 2000, dibuja el número simbólico muy grande y hace la portada a su alrededor. Pero esa noche Coré tiene un sueño: "Comenzaron a presentarse los personajes más antiguos y olvidados, siguiéronles otros más conocidos, y por último fueron tantos que no cabían en la mesa [...]". Y todos comenzaron a hablar sin ningún orden; entonces Coré les pidió que nombrasen un representante. Este fue Quintín el Aventurero. Quintín le dijo que siempre los mencionados eran ellos, los artistas, los fotógrafos, en fin, los que hacían la revista, pero nunca ellos, la "clase imaginaria", era reconocida: "[...] pero de nosotros nadie se acuerda, de nosotros que somos la materia prima, segunda y tercia de El Peneca. Es por esto -añadió-, que venimos a pedir la reivindicación de las clases imaginarias. He dicho". Coré vivía los sueños como vivía la vida diaria: soñando sus personajes. Como lo soñaban los poetas. Y la portada conmemorativa del número 2000 se convirtió en un símbolo del arte de Coré.

El Peneca se encuentra desde octubre del 2019 en la Biblioteca Nacional Digital, del sitio Memoria Chilena. Los primeros catorce años (684 números de un total de 2705) ya están a disposición del lector contemporáneo y de aquellos lectores del ayer que quieran revivir sus historias plagadas de enseñanzas, entretención, historias y fantasías, embellecidas por el pincel del artista. Y las nuevas generaciones podrán adentrarse en un mundo literario desconocido para ellos, y sentir cómo la vida cultural de una sociedad se nutre de su pasado. La revista educaba a los niños, era, como dijimos, un "semanario ilustrado para niños". En ella los niños y adolescentes aprendían literatura, cuyos textos eran ilustrados por artistas como Fidelicio Atria, Mario Silva Ossa (Coré) y Elena Poirier, entre otros. La digitalización de El Peneca es, sin duda, un aporte invaluable no solo para la cultura nacional, porque abre las puertas a una parte de la historia cultural del país absolutamente ignorada por las nuevas generaciones, que podrán conocer qué leían los niños y jóvenes de entonces, con qué héroes soñaban, a qué mundos viajaban en sus sueños. El conocimiento del pasado de una nación es indispensable para comprender la identidad de un pueblo. Sino también para la cultura latinoamericana, pues abre espacios insospechados para la investigación periodística y cultural de nuestro continente, a la vez que es una fuente de entretención y aprendizaje para niños y adultos.

Sí, puede parecer una locura digitalizar esta revista, invertir tantos recursos para revivirla en un país que entiende que las humanidades "son cosas no útiles" (esto también nos une con nuestros amigos latinoamericanos). Pero la literatura está hecha de locuras, de sueños y de ensueños. Y así como don Quijote sigue cabalgando por los campos de La Mancha, yo espero, desde mi propia locura, que El Peneca continúe encantado en su mágico universo. Y que Coré siga soñando y soñándonos donde quiera que se encuentre.

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista" (Chile)

 

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2021-05-20T00:17:00