El cubismo, aunque limitado en sus manifestaciones más exhaustivas y completas a la década anterior a la Primera Guerra Mundial, tuvo sin embargo una enorme influencia en todo el curso del arte del siglo XX: la visión plástica, constructiva y racionalista siguió siendo de hecho un aspecto constante. La investigación cubista estuvo en el origen del neoplasticismo de Mondrian, del purismo de Ozenfant y Le Corbusier, del constructivismo ruso y del movimiento racionalista en arquitectura. Tampoco se puede negar una influencia sobre el futurismo italiano.

 

Picasso – estudio para “le Demoiselle d’Avignon” 1906

Por su posición cronológica, entre la primera y la segunda décadas del siglo pasado, y por su novedad estética e histórica, el cubismo es sin duda el movimiento más importante del arte contemporáneo, en primer lugar porque está en su origen, es decir, condiciona su nacimiento, y luego porque marca sus características a lo largo del tiempo con un lenguaje completamente nuevo. De hecho, no es posible  rastrear, como ocurre con otros movimientos, en ningún momento de la historia del arte, situaciones  que pudieran tener un resultado expresivo, no diré lingüísticamente similar, pero ni siquiera de la misma disposición espiritual. Por tanto, nunca se han propuesto para el cubismo interpretaciones ligadas a  factores distintos a los de un estricto apego a la situación histórica.

 

Precisamente porque el cubismo marca la primera fractura real en el contexto histórico de una concepción tradicional del espacio euclidiano, que había sido siempre la misma desde principios del Renacimiento hasta los últimos años del siglo XIX, resulta impensable poder concebir factores subyacentes, ideológicos y estéticos, como conceptos absolutos, con posibilidad de recurso en situaciones históricas iguales. Puede suceder que, al estudiar la tumultuosa riqueza de hechos artísticos que dieron tanta vida a la segunda mitad del siglo XIX en Francia, nos sintamos tentados a ver, primero en los impresionistas, luego en Van Gogh, Gauguin y Cézanne, los heraldos del ese cambio de visión que subvertirá totalmente el concepto perspectivo del espacio, de origen renacentista.

 

El Cubismo
George Braque “Maison a L’Estaque” 1908

 

En realidad, por muy distorsionada que esté en algunos de los dibujos planos de Gauguin, o ilusionistamente abolida en algunas de las obras sin horizonte del viejo Monet, o destrozada en los copos de color reseco de Cézanne, la visión en perspectiva sigue siendo para esos pintores la clave para la interpretación espacial de la pintura. Sólo con el cubismo de 1910 se produce la revolución en su esencia, es decir, como una nueva concepción de la manera de hacer arte.

 

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El cubismo también encaja en el hilo de la historia como reacción al impresionismo y, por tanto, como continuación de las investigaciones de Cézanne. El impresionismo había expresado el dinamismo de la naturaleza, la mutabilidad de la realidad, la infinita riqueza y variabilidad de la luz; lo que hacía que fueran tan intensas incluso las obras extremas, ciertas pinturas de Monet, era sentir en ellas el zumbido de la imprevisibilidad de la germinación, la sensación de la naturaleza como nacimiento, como un cúmulo de fuerzas vitales en movimiento.

 

Los cubistas, en cambio, buscan la estabilidad, la fijación de los fenómenos; quieren captar un aspecto válido para todos, definido, inmutable. Sustituyen la imaginación, la disponibilidad y el lirismo por la racionalidad, la certeza y el esplendor de la abstracción; a la impureza de lo orgánico, la pureza del rigor mental. Presentan el objeto de forma absoluta, por lo tanto no caracterizado, sino casi como un arquetipo, como un «ejemplar»; diferenciándose en esto también de los expresionistas que sitúan el objeto en el tiempo, rico en todas las implicaciones existenciales, sacudido por un dinamismo interno.

 

Picasso, Ragazza col mandolino, 1910
Picasso, Ragazza col mandolino, 1910

 

Conscientes de la multidimensionalidad de la realidad, intentan reducirla a un sistema fijo de relaciones estables, unificando sus aspectos en una única visión; por eso inventaron la solución de representar el objeto no como se ve, inmerso en el entorno y modificado por él, sino como se conoce mentalmente, es decir, con la parte visible combinada con la parte oculta; por ello hubo que renovar el concepto de espacio, y pasar de un espacio naturalista a un espacio inventado, mental, que pueda dar cabida a la descomposición del objeto, justificando la situación espacial diferente en cada una de sus partes. Y, a diferencia de los expresionistas, eliminaron la psicología, reduciéndola a nada más que una concreción, una pátina para envolver los objetos y fijarlos en un destino absoluto. «Me encanta la regla que corrige la emoción» dijo Braque, el protagonista cartesiano, de tradición francesa, del cubismo; pero el otro protagonista, el impulsivo español Picasso, también encarnaba la emoción en su necesidad de realidad, en su continuo «encontrar» fragmentos solidificados y eternos de realidad.

 

La poética cubista entra en parte en ese proceso de «purificación» de los modos de expresión artística que, sin un verdadero marco ideológico, pero también con una cierta concordancia básica y con una relación bastante precisa entre las distintas artes, se desarrolló en la primera y segunda década del siglo XX, llevando la pintura a la simplificación extrema de la abstracción geométrica. Se trataba de eliminar los elementos descriptivos y narrativos por un lado, los elementos ornamentales por otro, lo que todavía era romántico en el expresionismo y lo que todavía era barroco en el Art Nouveau.

 

Picasso, “Le demoisselle d’Avignon”
Picasso, “Le demoisselle d’Avignon”

 

Pero a pesar de estos elementos característicos e innovadores, a pesar de la abolición o cambio de la visión prospéctica, a pesar del proceso de depuración formal, es decir, a pesar de la coincidencia de muchos componentes totalmente innovadores que lo caracterizan, el cubismo mantiene ese elemento que es preeminente en todo tipo de arte «mental», el elemento plástico.

 

En lugar de la sensualidad y emotividad del color, confía en la racionalidad de la línea y la construcción de los planos; es decir, se expresa esencialmente a través del sentido inmanente de solidez, volumen, espacialidad bien definida, que dan evidencia a la imagen. Es a través de esta característica que podemos reconocer los precedentes del cubismo y aquellos componentes culturales que contribuyeron a explicar su nacimiento, ya sea directamente o incluso simplemente como una contribución a esa renovación ideológica que determinó el ambiente cultural de principios del 900.

 

El precedente más inmediato y típico es Cézanne, su manera de transformar la rápida emoción de los impresionistas en una estructuración firme y sólida de la naturaleza, de bloquear la imagen en la fijeza plástica de los volúmenes y, en los últimos cuadros, su manera de hacer añicos la imagen, en la descomposición analítica de los planos y la luz.

 

Pero también hay que tener en cuenta algunas novedades que se habían producido en la arquitectura, especialmente francesa, de principios de siglo: podemos recordar la casa del 25 bis rue Franklin de París construida por Auguste Perret en 1903 con sus innovaciones pre-racionalistas en la prevalencia de volúmenes cuadrados, la abolición de ornamentos, el uso de hormigón armado; o incluso el proyecto de la «Cité Industrielle» publicado por Tony Garnier en 1904, de sorprendente novedad conceptual, también en sentido racionalista.

 

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Es cierto que el cubismo a su vez influyó fuertemente en el nacimiento y desarrollo de toda o casi toda la arquitectura posterior, especialmente la corriente racionalista; pero a principios de siglo la relación se invierte y en cualquier caso, aunque no se quiera reconocer una influencia directa, las obras de Garnier y Perret están demostrando que las nuevas ideas, que tomarán una expresión más concreta en las obras cubistas del arte, estaban en el aire. Es necesario subrayar, por primera vez en la historia de la cultura artística, el nuevo interés por las artes primitivas, especialmente africanas. Es un descubrimiento que se produce simultáneamente en varios centros europeos y por diferentes artistas, por lo que es muy difícil establecer prioridades, pero el fenómeno en su conjunto es bastante claro y sirve como un elemento cultural muy estimulante, tanto para los expresionistas como para los fauvistas y los cubistas.

 

De hecho, Picasso negó esta influencia en sus obras que llamaban del «período negro», entre 1906 y 1907, y acogió con mayor agrado las referencias al arte catalán de los siglos XII y XIII. Pero no parece posible desconocer la influencia de la escultura negra, por ejemplo, en la parte izquierda de «Las señoritas de Aviñón», el cuadro clave del nacimiento del cubismo, en el que si acaso, se puede solo decir que las dos influencias coexisten. Por supuesto, la simplificación lineal, la descomposición de los planos y la deformación expresiva, propias de ese arte, son elementos formales en los que seguramente los nuevos artistas debieron haber meditado.

 

Otros elementos y conceptos que se desarrollaron en diferentes campos en los mismos años probablemente también jugaron un papel en el desarrollo del cubismo, al menos como base cultural común: tanto en el campo científico, los nuevos descubrimientos, el desarrollo del pensamiento matemático, la elaboración de la doctrina de la relatividad de Einstein, el concepto espacio-temporal de cuarta dimensión; y, en el ámbito psicológico, la idea de totalidad, de prevalencia del todo sobre las partes, que fue la base de la psicología Gestalt. Mientras que la acción de los poetas se desarrolló sobre todo como una acción de flanqueo o correlación de poéticas y fue muy vivaz y llena de altos resultados en Guillaume Apollinaire, Pierre Reverdy, Max Jacob, Blaise Cendras y André Salmon. Sin olvidar la música que fue un estudio apasionante de algunos cubistas y por tanto una lección de lenguaje rigurosamente construido.

 

Finalmente, como terreno unificador, capaz de aportar un alimento decisivo, recordamos la gran y antigua tradición racionalista que recorre la historia literaria de Francia y, en su pintura, pasa de Clouet a Poussin e Ingres. Mientras que para los cubistas de origen español, Picasso y Gris, quizás sea más apropiado recordar la influencia directamente visual del paisaje español donde, como dice Gertrude Stein, «el cubismo forma parte de la vida cotidiana».

 

George Braque “Piano e Mandola” 1909-1910
George Braque “Piano e Mandola” 1909-1910

 

Hemos completado así la exposición de todos aquellos elementos que, en diversos grados y de diferentes maneras, parecen haber podido influir en el desarrollo del movimiento cubista. Pero podemos decir con seguridad que, más allá de todas estas aportaciones, el cubismo es la invención poética de dos de los más grandes artistas de nuestro siglo: Pablo Picasso y Georges Braque. Desde los primeros meses de 1907 se encontraron juntos en sus obras, desarrollando poco a poco el lenguaje con cada vez mayor claridad. La amistad artística de Braque y Picasso es uno de los episodios más originales y fructíferos de toda la historia del arte moderno; los dos pintores son profundamente diferentes:

 

Braque más delicado y poético, sutilmente sensible al encanto de las variaciones tonales, un espíritu musical rigurosamente racional, claro; Picasso, impulsivo y poderoso, dispuesto a afrontar cualquier aventura, violento, sensible sobre todo a los valores plásticos de la imagen o a la función luminosa del color, de espíritu concreto y realista. Sin embargo, su trabajo, realizado juntos casi a diario durante al menos siete años, a pesar de las diferencias naturales subyacentes, revela el mismo espíritu, el mismo enfoque y resolución de los problemas.

 

Un hecho artístico muy importante y, creo, con alguna consecuencia, fue la exposición de Seurat en los «Indépendents» en 1905, mientras que en el mismo año 1907 la gran retrospectiva de Cézanne, abierta a partir del 1 de octubre en el Salón de Otoño, suscitó una gran impresión en Picasso y Braque, ya iniciado en el nuevo camino.

 

A principios de 1907, por tanto, «Las señoritas de Aviñón» a pesar de sus inconsistencias, con el desacuerdo estilístico, que atestigua dos momentos diferentes de ejecución entre la derecha y la izquierda, con el residuo de una composición prospéctica que venía del «período rosa», se presenta como una pintura de novedad desconcertante y contiene potencialmente todos los gérmenes del nuevo lenguaje cubista; en el invierno siguiente, Braque pintó un «Desnudo» en el que el color, perdiendo la deslumbrante vivacidad del período fauve, adquiere un tono más bajo y subraya plásticamente la forma, determinando una deformación volumétrica que revela la memoria de las «Demoiselles» picassianas; luego, en el verano de 1908, durante una estancia en los lugares de Cézanne, en el Estaque, pintó una serie de paisajes ahora cubistas, fondos en tonos verdes y marrones, sólidos en la construcción del nuevo espacio que ahora había abolido el horizonte; son los cuadros que, rechazados en el Salón y presentados en noviembre por Apollinaire en la galería Kahnweiler, parecían «hechos de cubos», dan lugar a la palabra cubismo.

 

En el verano de 1909, Picasso en Horta de Ebro y Braque en La Roche-Guyon seguían pintando paisajes, llevando adelante la descomposición formal y la solidificación de los planos, abandonando ahora los claroscuros y sacrificando el color a la expresión de los volúmenes. Finalmente en 1910, año crucial del cubismo, se consumó por completo la evolución del lenguaje, se inició el período que se llamó cubismo analítico. Por primera vez se abandona completamente la perspectiva tradicional, sustituida por la pluralidad de puntos de vista y fuentes de luz: el objeto es analizado, descompuesto en sus niveles esenciales y todos ellos son llevados al frente del lienzo y yuxtapuestos para crear el volumen; el color se reduce a acordes de grises, marrones, amarillos suaves, a tonos secos, quemados, penitenciales, como debido a una rigurosa abstinencia sostenida por una voluntad enteramente intelectual. El resultado es una imagen de gran pureza plástica y poética, pero ahora de difícil lectura (cubismo hermético).

 

El Cubismo Braque “Clarinete” 1913
Braque “Clarinete” 1913

 

Hacia 1913 se produjo un cambio que se manifestó en dos direcciones: por un lado, hacia una mayor simplificación de la imagen, reducida ahora a una perfecta concordancia de unos pocos planos y líneas; por el otro, hacia un enriquecimiento del color, que regresa en tonos más puros, luminosos y vivos. Tenemos el llamado cubismo sintético. Es en este momento cuando aparecen por primera vez en la historia de la pintura objetos extraños (normalmente trozos de periódico recortados) pegados al lienzo; Nace el collage. Algunas de las obras de Braque de este período, como «Le courier», «Aria de Bach», «Violette de Parme», alcanzan el nivel más alto de absoluto poético que alcanzó la sensibilidad del pintor a lo largo de toda su obra.

 

El Cubismo Braque “Aria de Bach” 1913
Braque “Aria de Bach” 1913

 

Pero en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial: Braque fue llamado a las armas, Picasso, como español, permaneció en París y fue a despedirse de su amigo en la estación: «Le 2 aôut 1914 j’ai conduit Braque et Derain à la carrera de Aviñón. Je ne les ai jamais revus». Y verdaderamente, en el andén de una estación de París, termina el cubismo. En realidad, Braque y Picasso continuarían pintando en ocasiones cuadros de estilo cubista y muchos otros posteriores; pero el verdadero cubismo, el cubismo heroico y creativo, dura sólo los siete años que van desde los primeros meses de 1907 hasta agosto de 1914.

 

Lo que queda por recordar son los personajes secundarios de la aventura cubista, los numerosos artistas que, gravitando en torno a Picasso y Braque, influidos por sus ideas y sus obras, crearon en París, junto con los poetas ya mencionados, el clima cultural de aquellos años. Y en primer lugar Juan Gris, otro español, que sin duda fue el más personal e inspirado; luego el polaco Louis Marcoussis y todos los demás que expusieron en grupo en el Salón de los Independientes de 1911: Jean Metzinger, Albert Gleizes, Femand Léger, Henri Le Fauconnier, Robert Delaunay. Mientras que algunos como Roger de La Fresnaye y André Lhote intentaron la unión imposible entre cubismo y tradición clásica.

 

El cubismo, aunque limitado en sus manifestaciones más exhaustivas y completas a la década que precedió a la Primera Guerra Mundial, tuvo sin embargo una enorme influencia en todo el curso del arte del siglo XX: el racionalismo plástico, constructivo, siguió siendo un aspecto constante del mismo. La investigación cubista, desarrollada en diversas direcciones según las diferentes personalidades artísticas, estuvo en el origen de numerosos movimientos: el neoplasticismo de Mondrian, el purismo de Ozenfant y Le Corbusier, el constructivismo ruso y el movimiento racionalista en arquitectura. Tampoco se puede negar una influencia sobre el futurismo italiano. Mientras que toda una zona del arte de la siguiente generación, a pesar de la gran variedad de soluciones individuales, ha conservado algunos elementos básicos de clara derivación cubista, por lo que se la denomina poscubista.

 

Francesco Santoro/Ciudad Valencia