La prosa didáctica renacentista: las misceláneas

 

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Las misceláneas son obras que abordan temas variados con finalidad didáctica y pueden considerarse precedente del ensayo.

Juan Huarte de San Juan

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Juan Huarte de San Juan  escribió Examen de ingenios que se centra en el estudio de los diferentes temperamentos humanos y establece qué estudios o trabajos son los más apropiados para cada uno de ellos; por ello, se podría considerar como un tratado de psicología experimental.  La importancia histórica del Examen de ingenios es indiscutible, y convierte al autor en uno de los primeros naturalistas de la modernidad, desmitificador del mundo y adelantado de las «ciencias útiles o experimentales», al proponer la razón, la observación y la experimentación como métodos científicos.

En este fragmento explica qué alimentos deben consumir los padres para que sus hijos sean inteligentes.

Los manjares, pues, que los padres han de comer para engendrar hijos de grande entendimiento (que es el ingenio más ordinario en España) son, lo primero, el pan candial, hecho de la flor de la harina y masado con sal: este es frío y seco, y de partes sutiles y muy delicadas. otro se hace (dice Galeon) de trigo rubial o trujillo, el cual, aunque se mantiene mucho y hace a los hombres membrudos y de muchas fuerzas corporales, pero por ser húmido y de partes muy gruesas echa a perder el entendimiento. Dije masado con sal, porque ningún alimento de cuantos usan los hombres hace tan buen entendimiento como este mineral. Él es frío y con la mayor sequedad que hay en las cosas. [...]
De palomas, cabrito, ajos, cebollas, puerros, rábanos, pimienta, vinagre, vino blanco, miel, y de todo género de especias, se hace la simiente caliente y seca y de partes muy delicadas. El hijo que de estos alimentos se engendrase será de grande imaginativa, pero falto de entendimiento, por el mucho calor, y falto de memoria, por la mucha sequedad. Esos suelen ser muy perjudiciales a la república, porque el calor los inclina a muchos vicios y males, y les da ingenio y ánimo para poder ejecutar; aunque, si se van a la mano, más servicios recibe de la imaginativa de estos que del entendimiento y memoria.

Fray Antonio de Guevara

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Fray Antonio de Guevara realizó la biografía de Marco Aurelio, pero también escribió sobre un tema muy renacentista como el mismo título indica, Menosprecio de corte y alabanza de aldea, libro con un estilo que le mereció enorme fama en su tiempo.  En su prosa todavía se conserva el gusto de la época de los Reyes Católicos por los paralelismos, los contrastes, las gradaciones, las similicadencias (periodos sintácticos con terminaciones semejantes), anáforas, etc. El estilo de fray Antonio de Guevara influyó probablemente en el eufuismo inglés, que manifiesta cualidades parecidas.

[Fuentes: BLECUA, José Manuel [et al.] (2008), Lengua castellana y Literatura 1º, Madrid: Editorial SM; FERNÁNDEZ  SANTOS, Alonso [et al.] (1992), Literatura 2º, Barcelona: Magisterio Casals; ARROYO CANTÓN, Carlos [et al.] (2006), Lengua castellana y Literatura 1º de Bachillerato, Madrid: Oxford; GARCÍA MADRAZO, Pilar [et al.], (2008) Lengua castellana y literatura 1º de Bachillerato, Zaragoza: Edelvives. Proyecto Zoom;  MELÉNDEZ, Isabel [et al.], (1996) Lengua y literatura castellana 4º ESO, Madrid: ESLA; PASCUAL, José A. [et al.](2008) Lengua y literatura 1º Bachillerato, Madrid: Santillana; ESCRIBANO, Elena [et al.](2008), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, VALENCIA: ECIR; MARTÍ, S. [et al.] (2002), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MARTÍ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MATEOS DONAIRE, E. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Madrid: McGrawHill; RIQUELME, J. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Valencia: Micomicona; GARCÍA GUTIÉRREZ, M. [et al.] (2015), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato. Serie Comenta, Madrid: Santillana; GUTIÉRREZ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Madrid: Anaya.]

 

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La prosa didáctica renacentista: los diálogos

El diálogo es un género típicamente renacentista, vinculado a la difusión de la ideología erasmista, que abogaba por una literatura verosímil cuya finalidad era educar.

Es el modelo formal más empleado en la prosa didáctica de este periodo. Los autores más relevantes fueron los hermanos Valdés.

Alfonso de Valdés

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Agudo y mordaz, tuvo una gran influencia en la corte como erasmista y como jefe de un grupo intelectual y religioso. Gran admirador del emperador Carlos V, de quien fue secretario, y de Erasmo, con quien mantuvo una estrecha amistad epistolar.

Toda la obra de Valdés está íntimamente vinculada con los dos ejes fundamentales de su vida: la reforma erasmista y su actuación personal al servicio del Emperador, cuya política trata siempre de justificar y defender.

La forma elegida para la expresión de sus ideas es el diálogo, que el Renacimiento toma de la tradición clásica. Esta técnica, además de hacer más amenas las cuestiones excesivamente áridas, le permite contrastar pareceres para resaltar así el criterio que él cree más acertado.

Alfonso de Valdés logra aprovechar todas las posibilidades del recurso y nos deja dos obras de extraordinario interés: Diálogo de las cosas ocurridas en Roma y Diálogo de Mercurio y Carón.

Diálogo de las cosas ocurridas en Roma

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Esta obra se llama también Diálogo de Lactancio y un Arcediano en atención a lo interlocutores que intervienen en él. Lactancio, personaje en quien Valdés vierte sus ideas personales, es un joven cortesano que encuentra en la plaza de Valladolid a un individuo extrañamente disfrazado. Resulta ser el Arcediano del Viso, su mejor amigo en Roma. El disfraz se debe a que ha estado presente en el saco de la ciudad y se ha visto obligado a huir, ocultando su condición de eclesiástico.

El saco (o saqueo) de Roma tuvo lugar el 6 de mayo de 1527 por tropas alemanas y españolas de Carlos I y señaló una victoria imperial crucial en el conflicto entre el Sacro Imperio Romano Germánico, encarnado en el Emperador Carlos, y la Liga de Cognac (la alianza del Papado, Francia, Milán, Venecia y Florencia).
El Papa Clemente VII había dado su apoyo a Francia en un intento por alterar la "dominación imperial" del Sacro Imperio Germánico. El ejército del emperador derrotó al ejército francés en Italia, pero no hubo fondos disponibles para pagar a los soldados, quienes se amotinaron y forzaron a su comandante, Carlos III, duque de Borbón y condestable de Francia, a dirigirlos hacia Roma. Durante el asalto el duque de Borbón fue mortalmente herido y esto provocó que las tropas imperiales perdieran el control: se tomó la ciudad ese mismo día, se masacró a los defensores y se comenzó el pillaje. El saqueo concluyó cuando el Papa Clemente se rindió y acordó pagar 400.000 ducados a cambio de su vida. Carlos I estuvo muy disgustado por el hecho y llegó a pedir disculpas formales al derrotado Papa; de hecho se vistió de luto durante un buen tiempo en recuerdo de las víctimas.

Naturalmente, la situación da pie a que se establezca una lucha dialéctica entre dos puntos de vista muy distintos: el del Arcediano, que ha sido víctima y testigo del atropello llevado a cabo por las tropas del Emperador; y el del cortesano, adicto a su monarca.

El Arcediano se explaya a sus anchas en contra del Emperador y de los recientes sucesos. Después toma la palabra Lactancio para rebatir todos sus argumentos, basándose en dos premisas fundamentales: que el Emperador no tiene ninguna culpa del saco y que lo ocurrido ha sido expresión directa de la voluntad de Dios que ha querido castigar a su Iglesia porque se ha apartado en exceso del camino señalado por Jesucristo. Se trata de un castigo ejemplar que llama a la reforma.

A tenor de la discusión van saliendo a la luz todas las ideas erasmistas del autor. El verdadero culpable es el Papa que, siendo cabeza visible de la Iglesia, se enzarza en terribles  guerras destinadas a aumentar los bienes temporales. Valdés toma del Querela pacis erasmista la implacable condena de un Papa guerrero.

Lactancio profundiza en la política de Europa con el fin de defender la persona del Emperador de los ataques de que ha sido objeto por parte de toda la cristiandad al recibir la noticia del saco. Demuestra a su interlocutor que ha sido el Papa el que ha dado pie a la desgracia violando una tregua que había firmado. Por otra parte, las topas imperiales han actuado a impulsos de sentimientos personales de odio al Papa y no obedeciendo órdenes de Carlos V. La muerte del duque de Borbón, el único capaz de contenerlos, parece obra de designio divino.

El Arcediano no tiene más remedio que dar su brazo a torcer y reconocer que el Emperador no es culpable y que Roma merece el castigo que ha sufrido. Esta parte del diálogo es la más específicamente erasmista. Se critican todos los vicios de la Iglesia, especialmente el afán lucrativo.

Valdés no trata en ningún momento de desmentir los hechos. En el Diálogo se da cuenta pormenorizada de todos los atropellos y profanaciones. Todo conduce a la misma conclusión: un castigo divino.

Diálogo de Mercurio y Carón

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La obra consta de dos partes que presentan ciertas diferencias entre sí. Todo parece indicar que la primera de ellas fue concebida como obra completa en sí misma, ya que el prólogo, que anuncia el deseo de manifestar la justicia de Carlos V frente a los reyes de Francia e Inglaterra, solo puede aplicarse a la primera parte.

Utilizando la técnica del diálogo lucianesco, Valdés hace desfilar por la barca de Carón a los más diversos estamentos sociales, de forma que la sátira se amplia notablemente con respecto al Diálogo de Lactancio y un Arcediano.

Mezcla de nuevo el autor los mismos temas de su obra anterior: la defensa del Emperador y la doctrina erasmista. Mercurio, que está enterado de los últimos acontecimientos, informa detalladamente a Carón, que es el encargado de transportar las almas a su último destino. Su diálogo se ve interrumpido por las almas que tienen que ir al infierno; de esta forma engarza muchos núcleos temáticos.

Se nos da cumplida cuenta de la polémica entre Carlos V y los reyes de Francia e Inglaterra, cuya culpa demuestra con vivos argumentos. Una vez más el Emperador resulta absuelto de toda responsabilidad en las luchas que ensangrientan Europa. Para explicar los hechos Valdés se sirve de documentos oficiales que él mismo había redactado en su calidad de secretario de cartas latinas del Emperador.

La presencia de las almas condenadas da una nueva dimensión moral al diálogo, al tiempo que lo libera de la monotonía. A través de ellas se demuestra la opinión que Mercurio sostiene al principio de que los cristianos viven de espaldas a Cristo, dedicados a prácticas hipócritas y superficiales y olvidando la verdadera esencia del cristianismo.

La segunda parte presenta un cambio radical del panorama. Carón ya no transporta almas al infierno sino que se dedica a asaltar a los que van al cielo. Se trasluce un auténtico optimismo religioso a través de personajes como el buen rey, el buen obispo, el buen predicador, el buen cardenal, el buen fraile y la buena casada.

Igual que en la primera parte, las reflexiones morales se mezclan con el relato de la controversia entre Carlos V y Francisco I de Francia.

Juan de Valdés

Hermano de Alfonso, su formación se desarrolla bajo la dirección del iluminado Pedro Ruiz de Alcaraz en el castillo de Escalona  (Toledo), donde sirve al marqués de Villena. Parece ser que es allí donde surgen sus inclinaciones mística. En torno a los veinticinco años va a la universidad de Alcalá donde aprende griego y se interesa por la lectura del Nuevo Testamento.

A partir de la publicación del Diálogo de la doctrina cristiana, en 1529, tiene problemas con la Inquisición y se marcha a Italia, de donde nunca regresará. En su estancia en Nápoles se rodea de la alta nobleza en el círculo aristócrata de Julia Gonzaga, de quien era consejero y amigo, y se aproxima a una religiosidad de índole iluminista. Para esta selecta minoría, a la que sirve de guía espiritual, escribe algunas obras y traduce textos bíblicos. Circulan en copias manuscritas por su carácter privado y ese es el motivo por el que se han perdido en su mayor parte.

Diálogo de la lengua

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En el Diálogo de la Lengua expone la preocupación lingüística que ya había aparecido desde Antonio de Nebrija. En esta obra aparece la peculiaridad del Renacimiento español, que acoge junto a la herencia hispana la admiración por Erasmo.

La obra, que se publicó por primera vez en el siglo XVIII, consta de ocho partes en las que trata, de manera sucesiva, el origen de la lengua, la gramática, la ortografía, las sílabas, el léxico, el estilo, los libros y la conformidad de las lenguas.

Su ideología erasmista queda reflejada en la afirmación de que ninguna lengua es bárbara si es cultivada con elocuencia y valor particular. Además de la vinculación con Erasmo queda clara su adhesión al mundo italiano renacentista, pues la idea de escribir como se habla había sido defendida por Baltasar de Castiglione en El cortesano.

El estilo de Valdés huye de lo rebuscado y lo ambicioso. Su máxima es «escribo como hablo». Lo importante para él es el uso de las palabras y la suprema máxima lingüística es la selección, la naturalidad y la llaneza.

"Todo el bien hablar castellano consiste en que digáis lo que queréis con las menos palabras que pudierais, de tal manera que, explicando bien el concepto de vuestro ánimo, y dando a entender lo que queréis decir, de las palabras que pusiérais en una cláusula o razón, no se pueda quitar ninguna sin ofender la la sentencia de ella, al encarecimiento, o a la elegancia."
"VALDÉS. ¿Qué es lo que queréis?
MARCIO. Que nos digáis lo que observáis y guardáis acerca del escribir y hablar en vuestro romance castellano en cuanto al estilo.
VALDÉS. Para deciros la verdad, muy pocas cosas observo, porque el estilo que tengo me es natural, y sin afectación ninguna escribo como hablo, solamente tengo cuidado de usar vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y lo digo cuanto más llanamente me es posible, porque a mi parecer en ninguna lengua está bien la afectación. En cuanto a hacer diferencia en el alzar o abajar el estilo, según lo que escribo, o a quien escribo, guardo lo mismo que guardáis vosotros en el latín."
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[Fuentes: BLECUA, José Manuel [et al.] (2008), Lengua castellana y Literatura 1º, Madrid: Editorial SM; FERNÁNDEZ  SANTOS, Alonso [et al.] (1992), Literatura 2º, Barcelona: Magisterio Casals; ARROYO CANTÓN, Carlos [et al.] (2006), Lengua castellana y Literatura 1º de Bachillerato, Madrid: Oxford; GARCÍA MADRAZO, Pilar [et al.], (2008) Lengua castellana y literatura 1º de Bachillerato, Zaragoza: Edelvives. Proyecto Zoom;  MELÉNDEZ, Isabel [et al.], (1996) Lengua y literatura castellana 4º ESO, Madrid: ESLA; PASCUAL, José A. [et al.](2008) Lengua y literatura 1º Bachillerato, Madrid: Santillana; ESCRIBANO, Elena [et al.](2008), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, VALENCIA: ECIR; MARTÍ, S. [et al.] (2002), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MARTÍ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MATEOS DONAIRE, E. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Madrid: McGrawHill; RIQUELME, J. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Valencia: Micomicona; GARCÍA GUTIÉRREZ, M. [et al.] (2015), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato. Serie Comenta, Madrid: Santillana; GUTIÉRREZ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Madrid: Anaya.]

 

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La prosa religiosa renacentista

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En la segunda mitad del siglo XVI, coincidiendo con la Contrarreforma y el auge de la poesía mística, aparece una prosa de tema moral y religioso que, en algún caso alcanzó gran difusión.

El pensamiento contrarreformista se canaliza por las obras teológicas (el padre Vitoria y Melchor Cano) y el espiritualismo ascético-místico (Fray Luis de Granada, Fray Luis de León, Santa Teresa y San Juan de la Cruz).

Fray Luis de Granada


Fray Luis de Granada
se encuentra en una línea de religiosidad más intimista. Escribió el Libro de la oración y la meditación, que le acarreó problemas con la Inquisición por defender en él la superioridad de la oración mental sobre el rezo verbal.

Fray Luis de Granada es, ante todo, un «predicador», que habla al alma en el púlpito y en el escritorio. Podría decirse que todos sus escritos son coloquios con los lectores y lectoras, lecciones vivenciales. Su estilo es fina taracea granadina.

Tardó bastante en publicar sus libros: en 1554 publicó el Libro de la oración y la meditación, que tuvo un resonante éxito. Lo mismo ocurrió con su segundo libro, Guía de pecadores, publicado entre  1556 y 1557.

En esos años los censores de la Inquisición, en especial Fernando de Valdés, inició una campaña contra lo que consideraban libros «heterodoxos». Las obras de fray Luis fueron incluidas en el Índice de libros prohibidos porque, según los censores, defendían  la superioridad de la oración mental sobre el rezo verbal.

Avisado del inminente peligro, fray Luis viajó a Valladolid, y por mediación de la princesa Juana, regente del reino en ausencia de su hermano Felipe II, consiguió una entrevista con Fernando de Valdés. De ella dio cuenta en carta a Carranza, que se conserva: acorraló al inquisidor, que no supo darle una respuesta digna, atrincherándose en que el Catálogo estaba ya en manos del impresor. Nada consiguió, y en la carta puso un dicho que debía de andar en boca de los que acudían a la Corte sin lograr lo que pretendían: “Por Valladolid, ni al cielo quisiera ir”; fray Luis le quitó la punta añadiendo: “Si no fuera por ver a Dios y a vuestra reverencia”.

Durante su estancia en Lisboa, revisó y corrigió estos libros que pronto fueron sacados del  Índice de libros prohibidos. Fray Luis aumentó su personal biblioteca espiritual con el Memorial las adiciones (1565-1574). Y con una monumental Introducción del símbolo de la fe (4 tomos), que dedicó y auspició el cardenal Quiroga, nuevo inquisidor general.

Publicó, además, un Compendio de doctrina cristiana, con sermones “para las principales fiestas del año”, en portugués. Y a ruegos de san Carlos Borromeo, escribió en latín una serie que representa el doble de sus escritos en romance: el tratado De officio et moribus episcoporum (ediciones de Lisboa, 1565, y Roma, 1572), Canciones de tempore (4 tomos), Canciones de sanctis (2 tomos), Rhetorica eclesiástica (Lisboa, 1575), Collectanea philosophiae moralis (3 tomos, Lisboa, 1571), Silva locorum communium (2 tomos, Salamanca, 1585).

Fray Luis de León

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La prosa de fray Luis de León compuesta en un estilo que conjuga la claridad y la belleza con elementos coloquiales, está influida por ideas humanistas y por los valores de los agustinos. Entre sus estilos destacan los comentarios doctrinales de los textos bíblicos como Exposición del Cantar de los cantares (publicada en 1798) y la Exposición del libro de Job (publicada en 1779). Este último, escrito en prisión, muestra la identificación que fray Luis siente con el personaje bíblico. Comenta el texto de la Biblia, y va dando vuelta a sus variados estados de ánimo: dolor por la injusticia de que es víctima, desesperación y, por fin, acatamiento de la adversidad y perdón.

La perfecta casada (publicada en 1583), dirigida a su prima, describe lo que para él es una esposa ejemplar, y establece los deberes y atributos de la mujer casada en cuanto a las relaciones con su familia, las tareas cotidianas y el amor a Dios.

De manera que el hombre que acertare con una mujer de valor, se puede desde luego tener por rico y dichoso, entendiendo que ha hallado una perla oriental, o un diamante finísimo, o una esmeralda, o otra piedra preciosas de inestimable valor. Así que esta es la primera alabanza de la buena mujer, decir que es dificultosa de hallar. Lo cual, así es alabanza de las buenas, que es aviso para conocer generalmente la flaqueza de todas. Porque no sería mucho ser una buena si hubiese muchas buenas, o si en general no fuesen muchos sus siniestros malos. Los cuales son tantos, a la verdad, y tan extraordinarios y diferentes entre sí, que, con ser un linaje y especie, parecen de diversas especies. Que, como burlando en esta materia, o fue Focílides o fue Simónides, el que lo solía decir, en ellas solas se ven el ingenio y las mañas de todas las suertes de cosas, como si fueran de su linaje: que unas hay cerriles y libres como caballos, y otras resabidas como raposas, otras ladradoras, otras mudables a todos los colores, otras pesadas, como hechas de tierra, y por esto, la que entre tantas diferencias de mal acierta a ser buena,merece ser alabada mucho.

Fray Luis de León, La perfecta casada

De los nombres de Cristo (publicada en 1583) es su obra en prosa más importante. Está escrita en forma de diálogo, y trata de los significados de los diversos nombres con que se alude en la Biblia a Cristo: Pimpollo, Camino, Príncipe de la paz, Pastor… La escribió en la cárcel y en ella pone de relieve la presencia de Cristo en la naturaleza y en el hombre con una visión exaltada por el amor.

El gran escritor respeta la norma de la naturalidad; como buen humanista, fray Luis pugna porque el castellano alcance la misma dignidad artística que el latín. Estudia atentamente los procedimientos estilísticos de Cicerón, y es el primer prosista española que introduce el numerus latino. Se trata de que la prosa, sin confundirse con el verso, posea cualidades armoniosas semejantes a las de este. A tal fin, dice, el escritor, entre las palabras «que todos hablan, elige las que le convienen, y mira el sonido de ellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa y las mide y las compone, para que no solamente digan con claridad lo que pretenden decir, sino también con armonía y dulzura».

Este esfuerzo por liberar la prosa de los geometrismos y juegos medievales es comparable al esfuerzo liberador de Garcilaso de la Vega.

Para saber más sobre fray Luis de León y su prosa, podéis consultar la completísima página del Centro Cervantes Virtual:

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Santa Teresa de Jesús

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La prosa de santa Teresa de Jesús está estrechamente relacionada con sus experiencias personales y sus vivencias místicas. La santa, que escribió por mandato de sus confesores y para las monjas de la Orden de las Carmelitas Descalzas, se centró en el análisis de sus experiencias religiosas, sobre todo en las relaciones del alma con Dios.

Las moradas o Castillo interior (aparecida en 1578) es su obra más importante. En ella expone los tres estadios de la experiencia mística. El alma es como un castillo con siete aposentos o moradas: las tres primeras corresponden con la vía purgativa; las tres siguientes, a la iluminativa, y en la séptima alcanza la vía unitiva, se realiza el matrimonio espiritual del alma con Dios.

Camino de perfección (publicada en 1583) explica los fines de las carmelitas y la forma de lograrlos a través de la oración y la contemplación.

Vida (publicada en 1589) fue considerada una autobiografía espiritual y relata la historia de su vocación y desarrolla una doctrina sobre la oración.

Las fundaciones (publicada en 1610) contiene la historia de los incidentes ocurridos en las fundaciones de los conventos.

El estilo de santa Teresa se caracteriza por su expresividad y por su afán de explicarse y ser comprendida; para ello, la autora acude a metáforas tomadas de la realidad que la rodea y a un registro coloquial vivo y directo. Ella quería escribir «con más simplicidad y religión; que lleve más estilo de ermitaño y gente retirada». Renuncia, pues, al modelo literario más difundido —naturalidad elegante y aliñada— para quedarse con la sencillez absoluta.

Estando hoy suplicando a Nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir, ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo, todo de diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo, sino un paraíso adonde dice Él tiene sus deleites. Pues, ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad. Y verdaderamente, apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios; pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza.

Santa Teresa de Jesús, Castillo interior

Si os interesa saber más sobre la figura de santa Teresa como escritora, podéis visitar la página que le dedica el Centro Virtual Cervantes:

Teresa de jesús

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santa Teresa de Jesús

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La prosa de santa Teresa de Jesús está estrechamente relacionada con sus experiencias personales y sus vivencias místicas. La santa, que escribió por mandato de sus confesores y para las monjas de la Orden de las Carmelitas Descalzas, se centró en el análisis de sus experiencias religiosas, sobre todo en las relaciones del alma con Dios.

Las moradas o Castillo interior (aparecida en 1578) es su obra más importante. En ella expone los tres estadios de la experiencia mística. El alma es como un castillo con siete aposentos o moradas: las tres primeras corresponden con la vía purgativa; las tres siguientes, a la iluminativa, y en la séptima alcanza la vía unitiva, se realiza el matrimonio espiritual del alma con Dios.

Camino de perfección (publicada en 1583) explica los fines de las carmelitas y la forma de lograrlos a través de la oración y la contemplación.

Vida (publicada en 1589) fue considerada una autobiografía espiritual y relata la historia de su vocación y desarrolla una doctrina sobre la oración.

Las fundaciones (publicada en 1610) contiene la historia de los incidentes ocurridos en las fundaciones de los conventos.

El estilo de santa Teresa se caracteriza por su expresividad y por su afán de explicarse y ser comprendida; para ello, la autora acude a metáforas tomadas de la realidad que la rodea y a un registro coloquial vivo y directo. Ella quería escribir «con más simplicidad y religión; que lleve más estilo de ermitaño y gente retirada». Renuncia, pues, al modelo literario más difundido —naturalidad elegante y aliñada— para quedarse con la sencillez absoluta.

Estando hoy suplicando a Nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir, ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo, todo de diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo, sino un paraíso adonde dice Él tiene sus deleites. Pues, ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad. Y verdaderamente, apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios; pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza.
Santa Teresa de Jesús, Castillo interior

Si os interesa saber más sobre la figura de santa Teresa como escritora, podéis visitar la página que le dedica el Centro Virtual Cervantes:

Teresa de jesús
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La prosa didáctica renacentista

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Cultivan este género los humanistas españoles, quienes imitan los modelos de escritores latinos (Luciano y Cicerón, principalmente) e italianos del Renacimiento (Baltasar de Castiglione y Pietro Bembo). Recurren para ello a la epístola y el diálogo, mezclado en ocasiones con la narración y emplean un lenguaje y un estilo natural, grave y de ritmo pausado.

Retrato de Erasmo de Rotterdam por Hans Holbein, el Joven (1523)

La prosa didáctica de la primera mitad del siglo XVI refleja las inquietudes políticas, religiosas ye intelectuales del momento. Entre sus temas recurrentes están la apología del proyecto imperial de Carlos V, el erasmismo, el anhelo de racionalidad, la revisión de las costumbres, el ideal contemplativo de la vida retirada y el estudio y defensa del castellano como lengua nacional.

La simpatía por la doctrina de Erasmo de Rotterdam (que centra la religiosidad en la intimidad de la persona y en una relación más personal con Dios) y por el iluminismo (corriente espiritualista emparentada con el misticismo) hizo que sobre muchos prosistas recayera la vigilancia de la Inquisición, ante la sospecha de que sus escritos fueran heréticos.

En la segunda mitad del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, la prosa continúa desarrollándose en sus distintos géneros, con algunas novedades en cuanto a formas, temas y contenidos ideológicos. Por el devenir de la historia española y europea y por el impacto de la Contrarreforma, en la literatura política se refuerza el contenido nacionalista y la prosa religiosa pasa a constituir uno de los rasgos más brillantes del Renacimiento español.

Los géneros didácticos renacentistas

El afán didáctico de los humanistas se vio reflejado en tres subgéneros principales:

Diálogo

Heredero de una larga tradición clásica, es el género predilecto de los humanistas europeos para la divulgación del pensamiento y la crítica. Los interlocutores que intervienen en estos diálogos aportan diferentes puntos de vista sobre una misma cuestión, en una dinámica de preguntas y respuestas que hacen más amena la lectura.

Misceláneas

Se trata de obras que abordan temas variados con finalidad didáctica y pueden ser consideradas precedentes del ensayo.

Los autores que cultivaron este género son:

  • Juan Huarte de San Juan. Su Examen de ingenios se centra en el estudio de los diferentes temperamentos humanos y establece qué estudios o trabajos son los más apropiados para cada uno de ellos; por ello, se podría considerar como un tratado de psicología experimental.
  • Fray Antonio de Guevara. Escribe Epístolas familiares. El éxito de estas obras está fundamentado en la variedad temática que trata, cercano al gusto de la época.
  • Melchor de Santa Cruz. Autor de Floresta española, una extensa colección de cuentos populares y narraciones históricas llena de anécdotas y curiosidades.

Historiografía

La historiografía es el estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre la historia y sus fuentes y de los autores que han tratado de estas materias.

En este periodo, el género historiográfico adquiere en España una importancia que se va a acentuar aún más en la segunda mitad del siglo. Los historiadores españoles, imbuidos por el humanismo de tipo erasmista, interpretan y narran los hechos históricos desde una perspectiva de exaltación nacionalista y de justificación de la política de Carlos V, mezclando, en no pocas ocasiones, los datos objetivos con lo puramente novelesco. En general, toman como modelo el relato histórico latino de Julio César, Salustio o Tito Livio. Entre los muy numerosos historiadores del primer Renacimiento, cabe señalar a Pedro Mexía y Diego Hurtado de Mendoza.

En la narración de hechos históricos es especialmente destacable la que se refiere a las tierras americanas. La crónica de Indias se ocupa de la conquista del Nuevo Mundo, cuando esta salta de las islas caribeñas al continente americano. Por medio de la crónica, conquistadores y misioneros, desde puntos de vista muy  a menudo opuestos, dan testimonio del problemático encuentro entre unas culturas que se desconocían hasta entonces.

[Fuentes: BLECUA, José Manuel [et al.] (2008), Lengua castellana y Literatura 1º, Madrid: Editorial SM; FERNÁNDEZ  SANTOS, Alonso [et al.] (1992), Literatura 2º, Barcelona: Magisterio Casals; ARROYO CANTÓN, Carlos [et al.] (2006), Lengua castellana y Literatura 1º de Bachillerato, Madrid: Oxford; GARCÍA MADRAZO, Pilar [et al.], (2008) Lengua castellana y literatura 1º de Bachillerato, Zaragoza: Edelvives. Proyecto Zoom;  MELÉNDEZ, Isabel [et al.], (1996) Lengua y literatura castellana 4º ESO, Madrid: ESLA; PASCUAL, José A. [et al.](2008) Lengua y literatura 1º Bachillerato, Madrid: Santillana; ESCRIBANO, Elena [et al.](2008), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, VALENCIA: ECIR; MARTÍ, S. [et al.] (2002), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MARTÍ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MATEOS DONAIRE, E. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Madrid: McGrawHill; RIQUELME, J. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Valencia: Micomicona; GARCÍA GUTIÉRREZ, M. [et al.] (2015), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato. Serie Comenta, Madrid: Santillana; GUTIÉRREZ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Madrid: Anaya.]

 

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Isabel de Vega

Charles Willson Peale, American, 1741-1827 — Portrait of Mrs. John B. Bayard

Como estamos comprobando a lo largo de las entradas correspondientes al proyecto «Puellae doctae», a pesar de la intensidad que adquiere la cultura escrita en el avance del siglo XVI, las mujeres creadoras siguieron siendo un exotismo apenas visible hasta casi finales del siglo.  Dentro de este grupo de mujeres destaca Isabel de Vega, auténtica rara avis dentro de la oscuridad que cubre la obra poética de las mujeres renacentistas, ya que de ella se conservan nada más y nada menos que una docena larga de poemas, lo que constituye un auténtico corpus que la vincula con las mujeres que aparecieron en el Cancionero general en la Edad Media.

El príncipe y la poeta: investigando sobre la vida de la autora

Carlos de Austria, hijo de Felipe II

Rastrear la vida de Isabel de Vega y sus circunstancias es una auténtica labor de detectives, que ha realizado Nieves Baranda en su magnífico artículo «Isabel de Vega, poeta con musa (Alcalá 1558, 1568)», del que está extraída la información que aparece en esta entrada.

El primer problema con el que nos encontramos, nos informa Nieves Baranda,  es lo común de su nombre, por ello, es quizá más oportuno acercarse a la obra de la autora y, a partir de las referencias encontradas en ella, tratar de esclarecer las circunstancias vitales de la autora.

Isabel de Vega escribió un poema dedicado al príncipe don Carlos con esta rúbrica: «Soneto de la misma al príncipe don Carlos de España sobre este verso de David: Omnia excelsa tua et fluctus tui super me transierunt» (1). Esta cita perteneciente al libro bíblico de los Salmos se recitaban en el oficio de difuntos, lo que hace sospechar que el poema es una elegía:

Divino ingenio, lengua casi muda
hermoso rostro, cuerpo desgraciado,
valor inestimable no estimado,
con mano larga y de poder desnuda.

Virtud resplandeciente sin ayuda,
rigor y ejecución bien empleado;
benigno, afable, nunca espirmentado,
palabra firme, fe que no se muda.

Alto estrado, grandeza, abatimiento,
prisión y libertad, poca salud
con ánimo constante y sufrimiento.

Pasó sin hacer daño a su virtud
el príncipe don Carlos desdichado,
a quien Fortuna rostro no ha mostrado.

Como puede verse, el contenido del soneto es una larga enumeración descriptiva construida sobre antítesis que subrayan las virtudes del difundo frente a las pocas oportunidades de que gozó y concluye con un pareado que sintetiza conceptualmente el desarrollo.

En 1568, año de la muerte del heredero al trono, no se había extendido aún esa moda de honras fúnebres públicas que asolará el siglo XVII. Por otro lado, las circunstancias de la muerte del príncipe, su larga convalecencia y los problemas políticos con su padre hasta el encerramiento, quizá retrajeron a los aduladores habituales, que prefirieron no ahondar en la cuestión, a pesar de los suntuosos funerales que se le hicieron.

Le dedicaron elegías Francisco de Figueroa, en tercetos; quizá fray Luis de León, si se acepta la discutida atribución de una canción; y Sánchez de las Brozas que escribió un poema en latín. Junto a estos poemas mencionados por la crítica en estudios de poesía funeral y elegíaca, el olvidado poema de Isabel de Vega destaca por su rareza. El Brocense eleva al príncipe a las estrellas, junto a Escorpión; la canción atribuida a fray Luis explica que la muerte no ha esperado más a llevárselo, porque estaba llamado a tal gloria que ella misma hubiera resultado vencida; y Figueroa cortesano celestial en el más allá y lo llama «gloria de la gloria».

A diferencia de estos panegíricos hiperbólicos hasta la desmesura, tan propios de la tradición encomiástica a la monarquía, el soneto de Vega escoge resaltar los valores de una dimensión puramente humana, que contrasta con las circunstancias que le envía un hado adverso y hasta alude a su falta de poder («con mano larga y de poder desnudo»; «alto estado, grandeza, abatimiento; / prisión y libertad»). Si la rúbrica no aclarara a quién iba dirigido, se podría pensar que se describía a alguien afectivamente próximo al poeta.

Precisamente, a partir de este soneto evidentemente cariñoso y muy alejado del tono laudatorio cortesano e inequívocamente falso con que se refieren los otros poetas a la muerte del príncipe Carlos, se pueden deducir algunos  aspectos biográficos de Isabel de Vega. El aprecio que Isabel de Vega muestra por la dimensión humana del príncipe sugiere que lo conoció o que tuvo más noticias de las habituales en un trato distante de la corte o los rumores propios de un entorno más alejado. Con seguridad entre ellos hubo alguna forma de comunicación, directa o por intermediarios.

Muerte del emperador Carlos V

En 1558 moría en Yuste el emperador Carlos. Entre las elegías existe un soneto de Isabel del Vega «a la muerte del emperador Carlos V nuestro señor»:

¡Oh, muerte!, cuánta gloria has alcanzado
triunfando del que triunfos par no tiene;
que triunfes más de nadie no conviene,
pues no hay plus ultra adonde has llegado.

Sosiéguese de hoy más tu pecho airado,
qu’el daño que por ti cruel nos viene
ni el nombre del que en tal dolor nos tiene,
no temas que jamás será olvidado.

¡Oh, César y Alejandro!, que ganaste
tan clara fama por los hechos raros
y con ellos triunfáis en el abismo.

¡Oh, Carlos!, clara luz, que vos volaste
al sumo cielo con triunfos claros
después de haber triunfado de vos mismo.

Parece que la calidad del soneto hizo sospechar al príncipe Carlos de la autoría femenina, ya que en los dos manuscritos conservados va seguido de otro poema, en décimas, cuya rúbrica lee: «De la misma al Príncipe Don Carlos, porque aviendo visto este soneto dixo que no hera possible averle hecho muger». Estamos, pues, ante un diálogo implícito entre el príncipe y la poeta, que recibe noticias desde la corte y prepara una respuesta, solo comprensible si encuentra un cauce para llegar a su interlocutor. Esta es la respuesta de la poeta:

Muy alto y muy poderoso
nuestro Príncipe y señor
dignamente sucesor
del invicto y glorioso
César sacro emperador,
no del reino solamente
mas de aquel temido nombre
y seréis del gran renombre
y del ánimo excelente
con que se engrandece el hombre.
Los que por nuestro albedrío
solo a ciegas navegamos
tan presto nos anegamos
como en el hondo del río
porqu’el vado no hallamos.
Y por eso nos llegamos
al ejemplo de mayores,
porque si bien lo miramos
nuestras obras son mejores
si las suyas imitamos.
Pues viendo que todo el mundo
los pequeños y mayores
con llantos y con clamores
albana al sin segundo
rey de reyes y señores,
quise con humilde celo
de que esto se conservase,
y por no ser en el suelo
sola la que no cantase
las glorias de vuestro abuelo.
Mostrar quise mi rudeza
viendo tan gran ocasión,
pero no intención
que viese vuestra grandeza
versos que tan bajos son.
Y de ser mía la obra
la razón está muy clara,
porque ninguno hablara
de tanta materia sobra
que más no la levantara.
Bien sé que fue atrevimiento
entrar yo en tan hondo mar,
pero no pude dejar
de mostrar el sentimiento
que todos deben mostrar.
Con el divino favor
yo espero de aquestos males
que teniéndoos por señor
no sentiremos dolor,
aunque nos queden señales.
Qu’es tal vuestra humanidad
con los que poco valemos,
que muy cierto esperaremos
consuelo en la soledad
del rey que perdido vemos.
Y si nos queréis guiar
por la lumbre de esta estrella
podráos a Belén llevar
do está la luz, que sin ella
no nos podemos salvar.

Los entornos reales son tan reducidos y controlados que debemos preguntarnos quién era esta desconocida Isabel de Vega para lograr que sus poemas llegaran a manos de un joven Carlos adolescente y abrir con ello un diálogo, a pesar de la estrecha vigilancia de los círculos cortesanos siempre atentos al posible reparto de favores.  Las circunstancias de esta relación nos son totalmente desconocidas y, como hemos señalado antes, lo común del nombre de la autora hace difícil su identificación.

Sabemos seguro que Juan Pérez de Moya la cita como poeta en su Varia historia de santas e ilustres mujeres y, además, la sitúa en Alcalá de Henares, precisamente la localidad en la que el Príncipe Carlos (1545-1568) vivirá desde 1561 y hasta junio del año siguiente para asistir  a la universidad y nuevamente en 1563.

En 1557 Cristóbal de Vega, eminente catedrático de la universidad de Alcalá de Henares, que tiene pacientes tan notables como la princesa de Éboli, el duque de Medinaceli o María de Mendoza, es nombrado médico de la casa de Felipe II y, por tanto, de don Carlos. La relación entre médico y paciente será estrecha, quizá íntima, dada la complicada salud del paciente. Para trazar un hilo directo entre la poeta y el príncipe, habría sido oportuno que una de las hijas del médico se llamara Isabel, aunque esto parece descartado por las actas de bautismo de los hijos de Cristóbal de Vega, en las que no aparece ninguna Isabel. No obstante,  Álvar Gómez de Castro en una carta fechada en septiembre de 1561 y destinada a un tal «Doctori regio» (Doctor del rey) no identificado, se despide saludando a la familia del médico: «Marcum puerum ingeniosissimum, Isabellam modestissimam puellam» (al ingeniosísimo  Marco, a la modestísima Isabel).  Pese a todo esto, más que intentar buscar una mujer llamada Isabel vinculada o no con la familia del médico de la corte, conviene recordar que para escribir como lo hacía Isabel de Vega era necesario haber recibido una alta educación y que las mujeres de la época solo podían adquirirla en dos entornos: la corte o las familias de la élite intelectual universitaria.

Alcalá de Henares, el entorno cortesano e intelectual de las mujeres humanistas

Vista de Alcalá de Henares en 1565

En Alcalá de Henares tenía un fuerte arraigo la familia Mendoza, cuyas mujeres estaban entre las más cultas del momento: María Pacheco y a su hermana la Condesa de Monteagudo, citadas  por Lucio Marineo Sículo; María de Mendoza, discípula de Álvar Gómez de Castro, Luisa de la Cerda, la princesa de Éboli se acompañaban por otras damas, hombres eruditos, nobles e intelectuales. A su estela y en el mismo entorno cortesano no desentonarían otras mujeres educadas y con interés por la poesía. El soneto de Isabel de Vega dedicado a un «gran Hurtado», que solo puede ser «de Mendoza», es testimonio de una relación literaria con ese entorno, no solo en el elogio, sino en lo explícito de la protección:

Pues si quiero mostrarme agradecida
al verso heroico con que favoreces
mi musa indigna de tan gran renombre,
atájame entender lo que mereces
y ver que es imposible la subida
a pretender loar tu claro nombre.

Sin nombre de pila no sabemos si el soneto se dirige a  Juan Hurtado de Mendoza, III señor de Torote o a Diego Hurtado de Mendoza, el embajador, hijo del conde de Tendila, porque ambos fueron poetas coetáneos de Isabel de Vega y mantuvieron relación con Alcalá.

En todo caso, parece posible que la vida de Isabel de Vega transcurrió en la corte o quizá en el mundo de los profesores e intelectuales de la universidad de Alcalá, lo que explicaría su relación con las letras, similar a algunas mujeres humanistas de la época, formadas en un medio que tenía fe en el valor de la cultura y que compartía las ideas más avanzadas sobre las mujeres. De ser así la educación y sobre todo la dedicación de Isabel de Vega a la poesía procedería de un ambiente similar al que vio florecer a Francisca de Nebrija, Luisa y Ángela Sigea, Lucía de Medrano o Isabel de Vergara.

A diferencia de los hombres, las mujeres gozaban de muy escasa movilidad social, carecían  de una carrera profesional u otras posibilidades de labrar un círculo propio, así que se apoyaban sobre todo en las relaciones de sus círculos familiares, naturales o matrimoniales. En este aspecto los humanistas de alto reconocimiento ocupaban un lugar privilegiado porque, desde su cuna, a veces muy humilde, podían llegar a alcanzar por sus relaciones un amplio espectro de estamentos, incluida la corte. Siendo plebeyo, Cristóbal de Vega, por ejemplo, abarcaba en sus círculos a sus colegas profesionales, a familias aristocráticas y hasta a la familia real. Isabel de Vega, culta, con sus dotes para la poesía, podría llegar a través de las relaciones familiares a relacionarse con el príncipe y los círculos de poetas. Su relación con el príncipe explicaría el extraño soneto a su muerte que hemos citado antes y su relación con los poetas humanistas se plasma en el soneto a Hurtado de Mendoza, en la cita que hace de ella Pérez de Moya y en el poema que escribe a Diego Ramírez Pagán y que este selecciona para la edición de sus poesías:

Dardanio, que tan dulce has celebrado
a Marfira mostrando en su figura
que es digna de tu aviso y tu cordura
en solo celebrarla esté ocupa.

Y aunque tan altamente la has cantado
que a todo el mundo espanta la pintura,
pueden bien entender que hermosura
ninguna llegará do tú has llegado.

El uso de alabarla puede tanto
que solo en alabar pone tu intento,
aunque el sujeto causa no te ofrece.

Pues los loores que en mí sobran tanto
a cuenta de Marfira los asiento
y a Belisa se dé lo que merece.

La presencia de este poema en una edición de los poemas de Ramírez Pagán sugiere que Isabel de Vega gozó de cierta fama en su entorno, porque Ramírez Pagán era un escritor muy  atento a los mecenazgos, sumamente cuidadoso con la imagen y las relaciones, que no iba a introducir a la poeta en su obra si no lo consideraba favorable para su propia representación. La relación entre ambos posiblemente provenía de la época en que Ramírez estudió en Alcalá, donde fue laureado en unas justas poéticas y se codeó con nobles, intelectuales y otros literatos, círculos similares a los que reflejan estos poemas de Isabel de Vega.

La obra poética de Isabel de Vega

Como hemos comentado anteriormente, solo se conservan catorce poemas de Isabel de Vega, lo que, comparado con la obra conocida y recuperada de mujeres escritoras en esta época, es un número muy elevado. El hecho de que se hayan conservado tantos textos nos da una idea de la importancia que esta autora tuvo en su entorno y la buena circulación de sus versos, puesto que resulta excepcional su inclusión en tres cancioneros distintos. Por otra parte, si bien el número de poemas resulta elevado en relación a la difusión de la poesía femenina, no permite tampoco hacer una valoración completa de la poesía de la autora, ya que es más que probable que existiera un corpus poético mucho mayor que hoy se ha perdido. En todo caso podemos señalar los siguientes rasgos de la poesía de Isabel de Vega:

  • La autora se dedica por igual a géneros de la tradición cancioneril y a los de la tradición petrarquista.
  • Predominio del tema amoroso, que se complementa con los circunstanciales.
  • Preferencia por desarrollos breves de carácter conceptual.

Una obra entre la tradición cancioneril y la petrarquista

Isabel de Vega puede situarse por la cronología conocida y las características de sus versos entre los poetas que la crítica denomina del medio siglo, que beben igual de la poesía castellana y de la italiana a través de fuentes impresas. Para la primera contaban con la larga tradición y los modelos del Cancionero general, para la segunda con las obras de Boscán y Garcilaso impresas desde 1453, y ahí están los fundamentos de la poesía de Vega, aunque en ambas se detecten las renovaciones que se introducen por otras vías.

El amor como tema fundamental

En los poemas de influencia cancioneril, Isabel de Vega habla del amor como sufrimiento que el amante debe incluso buscar: las dos glosas abundan en esta idea con un extenso desarrollo, al igual que las coplas «Ni bastan disimular»: «pues mucho más persevero/ mientras más el mal porfía». Aunque los sonetos expresan el servicio de amor y eso implica súplica y sufrimiento, el discurso sale del ensimismamiento al dirigirse a un tú, ya sea una «señora», los «leales amadores» o un interlocutor no explicitado. Con ellos puede establecer argumentaciones que evitan la introspección conceptual para plantear salidas, entre las cuales incluso cierta felicidad o alivio es posible u otros poemas en los que apela  a la razón para dominar al amor. Se trata de conceptos muy presentes en la poesía de Ausias March, de quien parece haber tomado otras influencias. Vega no sería, por otra parte, una poeta de su tiempo si no pudiéramos detectar alguna influencia de Garcilaso o Boscán, aunque sea casi mostrenca como la que aparece en el soneto «Mi sentimiento está tan ocupado» a través del bien que mora en el alma y con el que se recrea la voz poética, sin embargo, el desarrollo ulterior parece remitir a un léxico religioso con términos como «descubrimiento», «paciencia», «favores» o «clemencia».

El aspecto más llamativo de la poesía amorosa de Vega es la ausencia de una voz poética femenina, como correspondería a la autora. Este problema ha sido cuidadosamente tratado por Elizabeth Boyce y Julián Olivares que lo explican por el decoro que impedía que las mujeres expresaran deseo hacia el hombre y por la existencia de un código poético fuertemente sexuado, donde la casuística amorosa solo contemplaba la posibilidad de un hablante masculino, así el receptor de la época solo vería cuestionada o desautorizada su lectura homocéntrica a través de la rúbrica que reconocía una autoría femenina. Por esta razón en el caso de Vega los poemas áulicos no son los más convencionales, como es habitual, sino los que expresan su identidad, porque en ellos sí se identifica como una hablante mujer: está «agradecida» a Hurtado de Mendoza, no quiere ser «sola» la que no cante a la muerte del emperador, como le dice a su nieto, y es Belisa quien se dirige a Ramírez Pagán. En los dos primeros adopta la posición de inferioridad adecuada, aunque con distintos matices. Para dirigirse al príncipe es por un lado una súbdita que llora la muerte del soberano y busca una guía en su desvalimiento, por otro una escritora que se califica con los topos de la humilitas, como la mea mediocritas («mi rudeza», «los que poco valemos») o el sermo rusticior («ninguno hablara/ de tanta materia sobra/ que más no la levantara»), por más que el propio texto por su mera formulación de poesía culta cuestione una estas afirmaciones. En el que dirige a Hurtado de Mendoza existe una clara conciencia autoral al ofrecerse a usar su arte para consolar al poeta, en una identificación implícita con Orfeo: «mi musa con estilo no hurtado/ pusiera a tu tristeza gran consuelo». Las expresiones «mi pluma» y «mi musa», por más que esta pueda calificarse de «indigna» de un modo convencional, solo son posibles en un autor que se considera parte de la sociedad literaria y que entiende sus creaciones dentro de esta esfera intelectual selecta, de donde ha obtenido a su vez el reconocimiento necesario para dirigirse así a otro poeta.

La escasa producción de Isabel de Vega representa un paso cualitativo en la condición autoral de las mujeres escritoras. No se limita a ser una dama para quien la poesía no es más que otra forma de relación elegante en la sociedad cortesana, muestra de unas habilidades destinadas al juego o el galanteo, sino que es una escritora con plena conciencia de serlo. Para que este salto se haya producido no basta con que sea autora de un corpus extenso ni que su actividad de escritora se prolongue en el tiempo, sino que exige a la par el reconocimiento de la sociedad literaria de su época, que por encima de los posibles prejuicios acepta que, aunque su voz tenga que disfrazarse de masculina en algunas ocasiones, el poeta también puede ser mujer y por tanto tener musa.

(1) Se trata de una cita parcial del salmo 41,8, que en su versión completa se inicia: «Abyssys abyssym invocat, in voce cataractarum tuarum; omnia excelsa tua, et fluctus tui super me transierunt», que en una tradición literal sería «el abismo llamó al abismo al ruido de tus compuertas; todas tus cumbres y oleajes han pasado sobre mí»

[BARANDA LETURIO, Nieves (Marzo-abril 2009). “Notas para un cancionerillo de poetas cortesanas del siglo XVI”, Destiempos.com, nº 19, págs. 8-27. Disponible en: <http://www.destiempos.com/n19/dossierescritoras.pdf&gt; BARANDA LETURIO, Nieves (2014). «Isabel de Vega, poeta con musa (Alcalá, 1558, 1568), EPOS, XXX, págs. 99-112. Disponible en <http://revistas.uned.es/index.php/EPOS/article/view/16097/13921>%5D
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Luisa Carvajal y Mendoza (1566-1614): mujer de acción y escritora

Juan de Courbes: Retrato de Luisa de Carvajal y Mendoza, estampa a buril incorporada a la Vida y virtudes de la venerable virgen Doña Luisa de Carvajal de Luis Muñoz, 1623

Una vida esperable e inesperada

La vida de Luisa de Carvajal y Mendoza viene a desmentir muchos de los prejuicios que tenemos sobre la vida de las mujeres escritoras de la época.  Normalmente, cuando hablamos de mujeres escritoras renacentistas solemos encontrarnos con grandes lagunas biográficas y/o con enormes dificultades para encontrar sus obras. También es frecuente que  vivan toda su vida en el reducido espacio de un convento o una corte,  a los que difícilmente se tiene acceso; es decir, estamos acostumbrados/as a que sus vidas hayan transcurrido espacios silenciosos y silenciados.  Sin embargo, nuestra autora, pese a que murió relativamente joven, llevó una vida asombrosamente activa y llena de polémica.

Vista de Sevilla y del río Guadalquivir (siglo XVI), donde llegaban los galeones de la Flota de Indias. Cuadro atribuido a Alonso Sánchez Coello.

Carvajal va a vivir en una  de las épocas más turbulentas y apasionantes de las historia de España: en ella se produce la Contrarreforma, las luchas contra los ingleses, la rebelión de los Países Bajos contra la dominación española, la invasión de Italia, las luchas contra los turcos en el Levante español y la conquista de América.  No obstante, Luisa de Carvajal, pese a la sólida formación intelectual que tuvo, no se limitó a sentarse y escribir, sino que eligió hacer, eligió batallar.

Luisa de Carvajal y Mendoza llama la atención por la multiplicidad de papeles que tuvo que representar en su vida, su pasión religiosa, vital, y el desenfreno con que se entregó a las causas que eligió como objetivos.  A pesar de ser una mujer entregada a una lucha, también supo dejar constancia de ello en sus escritos y esto nos permite poder echar una mirada a esos mundos frecuentemente silenciados en que vivió y escribió la autora. Carvajal, a través de su epistolario y de su autobiografía, abre una ventana a lo que sucedía entre bastidores en el teatro político y tras las puertas cerradas de los palacios.

Una infancia de orfandad y maltrato 

Nació en una aldea cacereña, Jaraicejo, el 6 de enero de 1566, y murió en Londres curiosamente el mismo día, en 1614. La misma Luisa de Carvajal nos cuenta en su autobiografía su nacimiento, en el que ya muestra su innata inclinación a la divinidad:

"Sirviose la dulcísima virginidad de Dios de echarme al mundo tras muchos ruegos y oraciones de mi madre, que con insistencia le pedía una hija"

Efectivamente, sus padres, Francisco de Carvajal y  María de Mendoza, habían tenido ya cinco varones. Ella fue, la quinta y última hija de la familia Carvajal y Mendoza. Poco tiempo residió su familia en Jaraicejo, pues su padre fue destinado a León como corregidor.

Cuando tenía seis años muere primero su madre y casi inmediatamente después su padre, con el que no debía de tener una muy buena relación, si tenemos en cuenta el desapego y la crítica poco disimulada que muestra hacia él cuando habla de su muerte. Parece que anduvo en pleitos con su hermano Rodrigo a causa de la herencia paterna y este hecho debió de afectarla durante la redacción de sus memorias.

Huérfana, deambula en manos de parientes y «curadores». Por expreso deseo de su padre es Isabel de Ayllón la encargada de acompañarla y cuidarla durante sus primeros años en Madrid. Carvajal la menciona a menudo, recordando la dureza con que la educó y los muchos castigos físicos a los que la sometía. La misma autora nos cuenta cómo ocultaba al resto de los parientes con los que convivía los golpes y hematomas que su cuidadora le producía y cómo, cuando eran descubiertos, ella excusaba a su cuidadora/maltratadora. Esta asociación dolor-amor-placer/sierva-señora-víctima que se origina aquí se extrapolará a la relación amorosa con Cristo en la poesía religiosa de Carvajal y al resto de su autobiografía, alcanzando su máxima expresión en la narración sobre las penitencias extraordinarias.

Desde León, la niña viaja a la corte de Madrid y queda bajo la tutela de doña María Chacón, que había sido aya de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. En 1576 muere también su tía doña María y pasa a la custodia de su tío, el marqués de Almazán, Francisco Hurtado de Mendoza. En su biografía hace un relato minucioso (y aterrador) de cómo acabó viviendo en la fortaleza de Monteagudo con don Pedro González de Mendoza, quien cuidaba también a las dos hijas del marqués:

Y pareciéndole a mi curador buena ocasión para que se cumpliese el gusto del marqués, mi tío, sin esperar que volviesen los ausentes, con solo la licencia de don Bernardo de Rojas, que ahora es cardenal de Toledo, hijo de la tía difunta, y tenía a su cargo todas las cosas que tocaban a su madre, me llevaron a Almazán, y entregaron a don Pedro González de Mendoza, hermano de mi abuelo, a cuyo cargo estaban las hijas del marqués y el gobierno de su estado; y él mismo me llevó a la fortaleza de Monteagudo, donde estaban mis primas, doña Isabel y doña María, niña de mi edad.

La violencia ascética en la vida de Luisa de Carvajal

Don Francisco Hurtado de Mendoza tendrá bajo su tutela a Luisa desde los diez años hasta bien entrada su juventud. Allí recibirá una esmerada educación: lecciones de latín, lectura de los clásicos, conocimientos cristianos y práctica de la caridad. Además de esta educación, propia de una dama de la nobleza, el tío de Luisa de Carvajal va a iniciar a esta en los caminos del ascetismo, la disciplina y las penitencias. Por consejo de su tío, Luisa, en su temprana adolescencia, practica la mortificación y el castigo de la carne:

Y no con menos cuidado me exhortaba mi buen tío a una perfecta obediencia y negación de mi propia voluntad; que decía que era contagiosa peste espiritual y fundamento de millones de males; y que, de no haberla procurado eficazmente quebrantar y vencer muy a los principios, se tornaban torcidísimos caminos en grandes y chicas materias; y, fortificada con la costumbre larga, atravesaba por cualquier razón sabia sin darle oídos; y que así, los muy voluntariosos no solo hacen pecados, pero desacreditan sus naturales entendimientos en materias morales y de prudente gobierno. Y de mil modos probaba y quebrantaba la mía. Y cuidando en esto y más cada día, se resolvió de ejercitarme en modo bien extraordinario y dificultoso a mi natural humor, teniendo yo entonces catorce años de edad.
‘La Magdalena en el desierto’, obra de Alonso Cano, de 1653, en el Museo del Prado.

Es muy difícil hacer una lectura neutra de esta descripción cruda y violenta de las penitencias ordinarias y extraordinarias a las que la sometía su tío. Luisa de Carvajal nos hace testigos de un momento íntimo, definitivamente secreto, en el que en su deseo de elevarse hacia el Amado, Cristo, se somete a torturas y humillaciones. Desde el punto de vista literario, está claro que la calidad de la descripción hace que estas lecturas sean tan perturbadoras: las alusiones a la desnudez, a la edad de la penitente, a la presencia del tío en la sombra, la frialdad del suelo, la «sierva» que golpea con cuerdas de vihuela hasta cien veces  o más, la lágrimas de amor… es inevitable relacionarlo con una escena, brutal y oscura, de literatura sadomasoquista.

El desafío a la autoridad: «Solo obedezco a Dios»

Hasta este momento, Luisa de Carvajal se ha comportado como una muchacha obediente: acató en su momento la autoridad de su aya y, más tarde, la autoridad de su tío, pero, tras la educación ascética en el castillo de Almazán, Luisa alcanza un estado de independencia intelectual que le permite alejarse de la casa familiar y emprender su propio camino. No nos encontramos con una mujer desposeída y débil, sino una mujer que se ha criado en un ambiente noble y que es plenamente consciente de su autonomía y de su fuerza: empiezan los desafíos.

Desde los quince años, con la salud resentida por las extremas disciplinas a las que se ha sometido, rechaza la posibilidad de un futuro casamiento, tanto por la honda vocación religiosa que siente, como porque, como ella misma dice, «fui muy seca y huraña con mi contrario sexo, propiedad con que parecía haber nacido». Llevó además una vida independiente desde que su tío la autorizó en 1591 a vivir en otra casa con unas criadas y más aún con la muerte en 1592 de sus tíos los marqueses, momento en que reclamó su herencia paterna y la donó a la Compañía de Jesús, conmovida por la ejecución en Inglaterra del jesuita inglés Henry Walpole. Encontró una humilde casa en la calle de Toledo (Madrid) y desde entonces empezó a convivir con sus antiguas criadas como una más, imponiéndose una vida de pobreza, de privaciones y de humillaciones, con arrebatos de misticismo. Además, hizo voto de pobreza en 1593, de obediencia en 1595 y de martirio en 1598. En esta fecha escribió: «Procuraré, cuanto me sea posible, buscar todas las ocasiones de martirio que no sean repugnantes a la ley de Dios». En esta época empezó a escribir acerca de sus experiencias místicas y desarrolló la mayor parte de su producción poética.

Entre los años 1602 y 1605 se instaló en Valladolid para seguir de cerca el proceso de recuperación de su herencia. Allí realizó los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola e hizo escribir su testamento.

Como vemos, Carvajal se define como mujer a través de su negativa al matrimonio, su autonomía económica y su pertenencia a la aristocracia. Estas circunstancias y sus elecciones personales la dotan de libertad como mujer y de poder en los círculos religiosos y políticos. Se presenta a sí misma como una mujer humilde ante Dios y beligerante ante sus contemporáneos. Luisa de Carvajal reta a la autoridad del mundo, representada por su hermano —con quien disputa su derecho a la herencia—, su tío, el marqués, y el mismísimo rey, pero al mismo tiempo respeta la estructura social, la jerarquía de la Iglesia y, sobre todo, los principios de las sagradas escrituras. Podría decirse que solo Dios gobierna a Carvajal.

No es el único caso: el acceso de las mujeres al poder en esta época viene marcado por el origen noble; las mujeres, que dentro de la nobleza, se decantaban por una vida virtuosa y religiosa, multiplicaban su respetabilidad. Era un poder obtenido a partir de una posición económica y social ventajosa que les permitía contar con una formación cultural adecuada y una independencia económica, pero que exigía la castidad.

Viaje a Londres: Luisa Carvajal, soldado de Cristo

Conspiración de la pólvora

El espíritu de lucha de los jesuitas, soldados de Cristo, casaba muy bien con la necesidad de acción  de Luisa de Carvajal. Los jesuitas se negaron a crear una rama femenina de su orden, pero aceptaron el apoyo y la ayuda económica de mujeres como Luisa de Carvajal que se convirtieron en incondicionales de su misión. Pasa un periodo de entrenamiento como «madre» en una casa de Madrid y cuando consigue reunir el apoyo y los fondos para su cruzada marcha a Londres, uno de los focos más violentos de las luchar religiosas europeas. Llega en el peor momento, sin dinero y justo antes de la «Conjuración de la pólvora», el intento de volar por los aires el Parlamento inglés por parte de los católicos el 5 de noviembre de 1605. La misma Luisa de Carvajal nos explica por qué eligió precisamente Londres para su cruzada:

Siendo de diecisiete años, y no sé si aún menos, en mi retirada oración empecé a tener grandes deseos de martirio: esto era, morir por el dulcísimo Señor que murió por mí, aun primero que yo tuviese ser para reconocerlo. [...] Y representábame Inglaterra, pareciéndome que si me hallara en ella, me fuera de los grandes consuelos que pudiera tener y casi haberme reducido al estado de la primitiva Iglesia, o persecuciones de las antiguas.

La llegada a la mayoría de edad de Luisa coincide con el momento álgido de la crisis con Inglaterra. Luisa de Carvajal se suma a la lucha de los jesuitas contra los protestantes con una militancia activa y entregada. No es una mujer con ambición propia, pone su talento y sus contactos al servicio de su fe. No le interesa la diplomacia, ni las negociaciones, no valora la paz. Es toda una integrista religiosa.

The area of Smithfield in London, England around 1554 from the Works of William Shakespeare. Vintage etching circa mid 19th century.

Por su carácter fuerte y batallador no rehuía la provocación. Tras aprender inglés, no sin esfuerzo, inició su apostolado visitando a sacerdotes y legos católicos prisioneros en las cárceles. Los anglicanos la acusaron de ser un hombre disfrazado de mujer. Escribió al valido duque de Lerma, llegó a arrancar pasquines antipapistas, a polemizar en la calle. Fue arrestada en 1608, creó una congregación femenina católica y alentó a los perseguidos católicos ingleses en su fe. Su casa londinense en el Spítele se convirtió en refugio de pobres, peregrinos y católicos, a los que ayudaba sin cesar a pesar de sus estrecheces económicas. Todo ello ocasionó no pocos problemas a la corte inglesa de Jacobo I, quien deseaba mantener la paz con España, y  a los embajadores españoles Pedro de Zúñiga y, desde 1613, Diego Sarmiento de Acuña (conde de Gondomar), quien la protegió en la embajada cuando finalmente el arzobispo de Canterbury, George Abbot, ordenó su detención.

Real Monasterio de la Encarnación (Madrid)

La corte de Madrid ordenó que saliera de Inglaterra, pero su quebrantada salud hizo que muriera antes en casa del conde de Gondomar el 2 de enero de 1614. Sus restos no llegaron a España hasta agosto de 1615 y fueron enterrados en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid, donde se conservan sus manuscritos autográficos. En 1625 se iniciaron las informaciones para su beatificación, reanudadas en 1910- 1911 y también en fechas más recientes, pero han sido abandonadas finalmente por las dificultades que se presentan.

LA OBRA LITERARIA DE LUISA DE CARVAJAL

Su obra literaria consta de cincuenta poemas y ciento ochenta cartas dirigidas a personajes importantes de la época.  Sus poemas se conocieron por copias manuscritas y solo después de morir la autora aparecieron algunos publicados dentro de la biografía que redactó el licenciado Luis Muñoz en 1634.

Como puede deducirse de su vida, toda la temática de la obra de Luisa de Carvajal es eminentemente religiosa. En cuanto a las formas, Carvajal ensayó todas las formas de la poesía de su época: letrillas, décimas, romances, liras, redondillas, villancicos, octavas reales y sonetos.

Hay que entender la obra de Carvajal dentro del complejo aparato artístico que maneja la autora, su uso de la poesía religiosa y el sistema de símbolos culturales en el que esta se inserta. La negación de su propio cuerpo es la clave de la mayor parte de su vida y de su obra. Luisa de Carvajal cree que negando su propio cuerpo se afirma el Cuerpo, la Sangre y la Carne humanos y divinos. En este contexto hay que entender su poesía, que exalta el amor místico con Dios, a veces de un modo casi sexual. Reproduce los símbolos y alegorías propios de la mística, como la paradoja del «vivir-sin-vivir» que aparece en su Romance espiritual de interiores sentimientos:

Asaltos tan rigurosos
sufres sin desalentarte:
Dime, flaco corazón,
¿haste vuelto de diamante?
Entre esas llamas fogosas
que te cercan y combaten,
parece te tiene amor
tan hecho a sus propiedades,
que, cuando fuerte te quiere,
fuerte eres e inexpugnable,
y cuando de blanda cera,
te derrites y deshaces.
Entre mortales heridas,
y dolores desiguales,
de amor vives, y esa vida
te alivia y te satisface.
Quéjaste en los accidentes
y sientes su rigor grave,
no habiendo gloria en la tierra
con quien gustes de trocarle.
Que sólo el vivir, muriendo
porque no mueres, te aplace;
la libertad te atormenta
y sirve de estrecha cárcel.
Y por oscuras mazmorras
suspiras, y ausentes trances:
¡Oh, en cuán extraña cadena
quiso Amor aprisionarte!

También aparecen otras imágenes típicas de la poesía amorosa-mística: el amor como llama,  el matrimonio entre Cristo pastor y el alma pastora; asimismo aparece el locus de la vida como navegación en un mar tempestuoso, el peligro del «naufragio» y el «puerto-Dios» como salvación. Encontramos el repertorio de la vida como «guerra», como «cárcel», el alma como «jardín».

Para aquellos/as interesados/as en leer la obra de la autora, está disponible en la página web del Cervantes virtual. Podéis acceder pinchando en la imagen:


Su epistolario lo componen cartas de no poca extensión, dirigidas a religiosas, padres de la Compañía de Jesús, prelados, personajes de la nobleza y el mismo rey; su interés histórico reside, sobre todo, en los amplísimos informes que remite a los políticos del momento sobre la situación que vive Inglaterra; incluso se atreve a proponer medidas prácticas que podrían tomarse; igualmente, constituyen una fuente inestimable para conocer la persecución que padecieron los católicos en la Inglaterra de principios del siglo XVII y también la política europea de estos años.

Por ellas sabemos, además, que Londres le parecía una ciudad sucia, ruidosa y violenta; que no le gustaba nada la comida inglesa («la comida tiene buen aspecto, pero no huele ni casi sabe a nada»). En comparación con España, Inglaterra le parece un país casi bárbaro, como demuestra el hecho de que solo en Londres, según escribe, se enviase cada mes a la horca a un mínimo de veinticinco ladrones, «algunos niños de diez u once años». La escritora siente también repugnancia por las instalaciones sanitarias  y señala que «Inglaterra tiene más pestilencias que Egipto», lo que no es de extrañar pues se usaban, como explica, los mismos carros para transportar un día hortalizas y al siguiente, víctimas de la peste. Londres, una ciudad de entonces unos 200000 habitantes, que vivían hacinados en casas de madera, le resulta a Luisa de Carvajal difícil de soportar por los ruidos constantes de los vecinos, que no la dejan dormir, y la violencia de sus calles.

SABER MÁS…

María Esther Alegre Carvajal, profesora de la UNED, nos cuenta en este audio algunas cosas más de Luisa de Carvajal.

Fuentes:

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Luisa Sigea de Velasco (c. 1522- 1560)

Luisa Sigea fue, sin duda, la mujer española más culta y mejor preparada de todo el siglo XVI. Nació en Tarancón, perteneciente al reino de Toledo, de ahí el sobrenombre «Toletana» (Toledana)  con el que, junto a su nombre latinizado «Aloysia Sygaea», fue recordada. Su fecha de nacimiento es causa de alguna polémica, ya que tradicionalmente se situaba hacia 1530, aunque en la actualidad los críticos la sitúan hacia 1522, atendiendo principalmente a la biografía de su padre.

Diego Sigeo, el padre

Era de origen francés (su apellido original era Sygée), aunque estudió en Alcalá con los grandes maestros humanistas de comienzos del siglo XVI. Se instaló en Toledo como preceptor al servicio de María Pacheco, esposa del comunero Juan de Padilla, y con ella y junto a otros criados huyó a Portugal en febrero de 1522. Una vez allí, siguió al servicio de María Pacheco hasta que en 1530 entró al servicio de la casa de Braganza como preceptor de los hijos del duque D. Jaime junto a los que siguió hasta 1549.

La educación humanista de Luisa y Ángela Sigea

Las hijas de Diego Sigeo, Luisa y Ángela, recibieron una educación exquisita en el seno familiar, ya que no existían centros de formación para mujeres. Las teorías humanistas en boga en Italia desde mediados del siglo XV consideraban que las mujeres, si estudiaban, debían limitarse a un currículum latino muy reducido, ya que estaban excluidas de la vida pública y profesional, aunque algunas, como hemos visto en entradas anteriores, se formaron por encima de estas limitaciones.

Ángela Sigea, la hermana de Luisa

Diego Sigeo, como otros humanistas eruditos, consideraba que una alta educación latina podía proporcionar a las mujeres un provecho social o ventajas económicas nada desdeñables, sobre todo en el medio cortesano. Sin duda con esta perspectiva in mente y contando con la inteligencia de sus dos hijas, Diego Sigeo les proporcionó una excelente formación basada fundamentalmente en la música y en las lenguas clásicas.

Según los coetáneos, tanto Ángela como Luisa llegaron a ser dos músicas virtuosas, si bien en este aspecto destacó siempre Ángela; por otra parte, aunque las dos dominaban el latín y el griego, los conocimientos de Luisa en este terreno superaban con mucho a los de su hermana. Luisa era, además, una auténtica políglota, ya que dominaba el hebreo, el árabe, el siríaco, el portugués, el francés y el italiano.

Se ofrece dama culta como profesora particular de reinas e infantas

En 1540, cuando contaba apenas 18 años, Luisa Sigea envió a Roma a través de Girolamo Britonio («Britonius») una carta en perfecto latín al pontífice Pablo III. Unos años después, en 1546, Luisa Sigea obtuvo fama internacional al dirigir al mismo pontífice Pablo III una carta en cinco idiomas: latín, griego, hebreo, árabe y siriaco, a la que el mismo Pablo III respondió personalmente también en las mismas cinco lenguas.

Estas cartas solían ser procedimientos «publicitarios» para darse a conocer como «damas cultas» y, en consecuencia, ofrecer sus servicios como profesoras de otras damas en la corte de algún rey o reina.  Podéis leer la carta (en castellano), aquí:

A Pablo, Benemérito Pontífice Máximo.

Hace ya tiempo había ofrecido a Vuestra Santidad algunas florecillas de mi humilde inspiración, a la manera del agricultor diligente que ciñe los altares de los dioses con los tiernos brotes recién florecidos, para que, bajo la protección de éstos, una vez que crezcan hasta su justa medida, produzcan frutos más abundantes.
Pero ahora que un estudio constante, el paso de los años y un sentido mucho más despierto me han hecho progresar hacia una producción literaria un poco más importante, he considerado que valía la pena extender ante vuestros santísimos pies, verdadero Pontífice Máximo, una muestra de mis frutos más maduros, adornada con variedad de lenguas. Aunque nunca me hubiera atrevido a ello si no me hubiera persuadido con sus hábiles palabras el egregio poeta y filósofo Britonio, a quien, si recuerdo bien, hace unos seis años, con la audacia propia de la juventud, había confiado mis inmaduras primicias para que las hiciera llegar a vuestra Beatitud. Éste hace poco, en verdad, con una carta suya me ha liberado totalmente de un temor algo ingenuo que se había apoderado de mi persona, al asegurarme lo que a través de todo el Orbe cristiano la fama celebra, a saber, que Vos, quien lleváis las llaves de la Corte Celestial, que sólo Vos abrís y nadie cierra que Vos cerráis y nadie abre, no sois, como suelen serlo los príncipes mortales, ni irritable ni malhumorado ni reservado sino el más humano, el más clemente y, entre los buenos, el mejor.

Y para no cansar con una carta tan larga los oídos de Vuestra Santidad, agotados con los negocios más graves de este tiempo, he añadido ritmos a mi Musa, porque he oído que Vuestra Beatitud se complace más con los versos que con la prosa. Recibid, pues, con alegre semblante nuestra Sintra, escrita en honor de la Serenísima Infanta María de Portugal, a quien ciertamente ofrecimos nuestras obras con un gran placer al estar íntimamente ligada al César y a los demás monarcas por el esplendor de la sangre y a las Musas por el interés de sus estudios. Pero si Vuestra Santidad, mientras florece vuestro Santísimo Pontificado, comenzara a interesarse por mi persona, por mi ingenio y por mi erudición, toda la posteridad celebrará este inmortal beneficio con otros innumerables poemas. Que tenga salud Vuestra Felicísima Santidad para hacer crecer y proteger el redil del rebaño cristiano que le ha sido entregado.

En la Corte del invencible Rey de Portugal, en el año del Señor de 1546. Vuestra más humilde sirva, postrada a los pies de Vuestra Santidad.

Luisa Sigea Toledana

Una profesora  muy bien pagada

En  1542, Luisa fue llamada al servicio de la Corte portuguesa como “moça de câmara” de la reina Catarina.

Los pagos hechos a “donna Luisa de Sygea, latina”, 16.000 reis anuales, figuran en los Livros de moradía de la reina entre 1543 y 1552, año éste en que se libran 25.000 reis a Diego Sigeo para el casamiento de su hija. Su servicio directo, no obstante, no fue a la reina, sino a su sobrina la Infanta María de Portugal, que entretenía su interminable condición de novia más rica y apetecida de Europa con una corte literaria donde reunía a un buen número de doncellas eruditas, entre las que se encontraban Luisa y Ángela, Joana Vaz o Paula de Vicente.

Esta etapa cortesana fue la más fructífera de la vida de Luisa Sigea. Ella afirma en su carta a Felipe II que fue maestra de latín de la infanta (lo que no se ajusta a los datos cronológicos) y Britonio la describe tañendo la lira y cantando en la corte, a la par que elogia sus poemas griegos y latinos. Desde luego debía gozar de un alto aprecio, ya que recibía en pago bastante más que otras damas latinas (Joana Vaz cobraba 10.000 reis en 1550) y gozó de ciertos privilegios para escribir sus obras. Por otro lado, no se deben olvidar las muchas relaciones que le tuvo que proporcionar la vida cortesana, parte de ellas serían con los eruditos y poetas que frecuentaron el pazo de la infanta, según estudió Carolina Miachaëlis de Vasconcelos; otras, con gentes del poder, según dan muestra precisa algunas cartas: las dirigidas al Papa en 1546 y 1547; la que envió a Pompeo Zambeccari, nuncio en Portugal, para agradecerle el regalo de las obras de Vittoria Colonna; y al embajador de Hungría.

Las obras literarias de Luisa Sigea

Sus dos obras mayores fueron compuestas en este período. En 1546, cuando estaban en curso negociaciones con vistas a un posible matrimonio entre la acaudalada infanta y el recientemente viudo Felipe II, Sigea dedicó a su señora el poemita latino Syntra.

El bosque de Sintra en Portugal

En él, con la esperable carga de erudición clásica, describe el bosque de Sintra y el encuentro que la autora tiene con una ninfa que sale del lago. Ella, por designio de Jove, le anuncia la próxima boda de su princesa con un cetro que regirá el orbe. La profecía no se cumplió y los altos designios que junto a su señora se prometía la autora, no llegaron a realizarse.

De mayor envergadura es su segunda obra, un diálogo datado en 1552: Duarum virginum colloquium de vita aulica et privata. Es en la dedicatoria a la infanta donde se entrevé una faceta poco frecuente de su vida cortesana, porque le reconoce el tiempo concedido para el estudio, la disponibilidad de un lugar para hacerlo y el acceso a su biblioteca (musaeum) y a sus mejores libros.

Con estos medios, sus fatigas y las vigilias dice haber aumentado allí el caudal de sus conocimientos con los que rinde su obra. El coloquio versa sobre las diferencias entre la vida en la Corte y la vida retirada, tema que la autora conocía muy de cerca, sin embargo su propósito está en demostrar su dominio de la erudición y de la retórica del género, medio imprescindible para obtener reconocimiento de estudiosa entre otros humanistas, de modo que prescinde del recurso a la propia experiencia.

El matrimonio con Francisco de Cuevas

En 1552, Luisa Sigea se casó con el burgalés Francisco de Cuevas y según se dijo recibe por ello 25.000 reis. Se suele leer en los estudios sobre la autora que su esposo era un hombre de buena familia, pero pobre, según las hipótesis basadas en la correspondencia de Luisa, que insiste una y otra vez en su falta de medios económicos. Sus cartas a María de Hungría (1557) para que la aceptara a su servicio en Valladolid; a Felipe II, con una síntesis de su vida y ofreciéndose para su nueva esposa (1559); a Honorato de Juan, preceptor del príncipe Carlos (1559); o al obispo de Limoges, Sebastien de l’Aubespine (¿1560?), para que mediara a su favor, parecen apuntar a un estado de necesidad económica y de tristeza que desembocó en su muerte. La documentación ha demostrado que estas epístolas deben mucho a la retórica de la petición.

Francisco Cuevas, el marido de Luisa Sigea, pertenecía a una destacada estirpe de Burgos. Uno de sus antecesores había sido alcalde mayor de la ciudad en 1501 y Diego, cuñado de Luisa, fue canónigo de la catedral. Según los documentos exhumados por Sira Garrido, Francisco fue criado de Juana I de Castilla, en calidad de “ayuda de copa”, cargo por el que recibió emolumentos hasta la muerte de la reina en 1555, y por sus servicios el nuevo rey le hace merced de una pensión vitalicia anual de 10.000 maravedís a partir de 1556.

Traslado a Burgos, al servicio de la reina de Hungría

Retrato de María, reina de Hungría (1505-1558), Jan Cornelisz Vermeyen – Museo Metropolitano de Arte

Después de la boda, Luisa siguió sirviendo en la Corte portuguesa y no fue hasta 1555, seguramente por el cambio de circunstancias en la situación de su esposo, cuando ella se trasladó a Burgos. Al año siguiente, Francisco Cuevas pasó casi sin transición al puesto de “secretario spañol de su magestad”, que le proporcionó en 1556 un salario de 92 libras, 13 sueldos y 4 dineros en ocho meses y por el que cobró hasta 1558. Él mismo, en una carta de petición de empleo (c. 1558-1560), explica que le mandaron ir a servir a la reina de Hungría de secretario y a la de Francia de contador “y que también sirviese Luisa Sigea, su mujer, por las habilidades que tiene y por haber enseñado a la Infanta de Portugal”. Estos datos coinciden en lo fundamental con las cartas que Luisa envió a la Reina de Hungría en 1556 y en 1557 (según la datación de Prieto Corbalán) para excusarse de no estar todavía a su disposición y prometiéndole que irá lo antes posible. La situación familiar y algunas indisposiciones por el embarazo de Luisa debieron de incidir en estos retrasos, porque Juana, su hija, fue bautizada en Burgos el 25 de agosto de 1557. Quizás entonces tuvo aún la ocasión de volver a ver a la infanta María, cuando se reunió con su madre, Leonor de Austria, reina viuda de Francia, y con su tía, María de Hungría, en Badajoz en enero de 1558. En ese encuentro podemos visibilizar la red familiar con la que se entretejía la vida cortesana de Luisa Sigea.

La búsqueda infructuosa de un nuevo empleo

El 10 de octubre octubre de 1558 falleció María de Hungría y el matrimonio Cuevas se encontró otra vez cesante. Eso no significa que quedasen ayunos de todo ingreso, pues el testamento asigna a los cónyuges una pensión anual total de 150.000 maravedís, 56.250 a Luisa y 93.750 a su esposo, que se suman a los 10.000 que éste recibía desde 1556. Se deben situar, pues, a partir de entonces los esfuerzos epistolares del matrimonio por obtener nuevos empleos en la Corte.

Isabel de Valois, 1546-1568. atribuido a Juan Pantoja de la Cruz

Francisco envía una carta a Felipe II (s. d.) en que demanda “asiento en su casa o en la del príncipe o algún oficio en la corte, conforme a su calidad y habilidad”; Luisa llama a varias puertas, empezando también por el Rey a comienzos de 1559. Sus gestiones más intensas parece que fueron realizadas desde Toledo, donde encontró una ocasión inmejorable con la reunión de las Cortes de Castilla el 22 de febrero de 1560 para reconocer al príncipe Carlos como heredero. Allí escribió a Sébastien de l’Aubespine, embajador de Francisco II, en febrero para que se dirija en su nombre a la reina Isabel de Valois; al mismo en marzo para que en la Corte se tomase una decisión sobre su caso; a Honorato de Juan, preceptor del príncipe Carlos, en abril, con igual pretensión y a éste le dice haber enviado unas líneas también a don García de Toledo, ayo y mayordomo mayor del príncipe.

Refleja bien su posición y relaciones el hecho de que todas estas epístolas sean eruditas, en latín, dirigidas a hombres poderosos y que, por el contrario, no parezca haber empleado (quizá sólo sea que no se han conservado) la vía más habitual entre las mujeres, que era la conexión clientelar con damas de la aristocracia, sobre todo cuando sus miras estaban puestas en la casa de la nueva reina Isabel de Valois, que se estaba organizando a principios de ese año y que dirigía la condesa de Ureña como camarera mayor.

La muerte de Luisa Sigea

Sin haber alcanzado sus pretensiones de servicio cortesano, Luisa Sigea volvió a Burgos, donde falleció el 13 de octubre de ese año. Se insiste en que murió en la pobreza y de melancolía, aspectos ambos poco creíbles. Si se refiere a lo primero, hay que atender a la existencia de ingresos y sobre todo a la posición de la familia de su marido en Burgos. De hecho se observa que Francisco Cuevas, después de la muerte de Luisa, mantuvo una trayectoria económica ascendente, pues se convirtió en correo mayor de la Universidad de Mercaderes (desde 1571) y en 1580 pudo dotar a su única hija, Juana, con 6.375.00 maravedís más otro millón en ajuares, según los cálculos de Ismael García Rámila. De esta hija se acordó también la infanta María en su testamento (1577) y le otorgó una renta vitalicia. En cuanto a las causas de la muerte de Luisa, es cierto que varias de las cartas de 1560 mencionan sentimientos de tristeza, miedo o desesperanza ante la situación. Achacarlo a razones económicas no dejaba de ser propio de la retórica del género, sin embargo, como destaca María R. Prieto, hay que recordar que Luisa Sigea era una mujer de una vasta cultura, que se reconocía como una intelectual y que probablemente no se conformaba con una vida apartada del mundo cortesano en el que había pasado toda su vida adulta y donde había brillado con luz propia. En cuando a que fuera este ánimo la causa directa de la muerte, es más realista considerar que se trataba de una mujer que rondaba los cuarenta años y que en la época era una edad con la que cumplía razonablemente su esperanza de vida.

La fama de Luisa Sigea

A diferencia de la mayoría de escritoras españolas de la Edad Moderna, Luisa Sigea gozó en su tiempo de fama y reconocimiento. La mencionan ya en fecha muy temprana Lucio Marineo Sículo (1530), Juan Vaseo (1552), García Matamoros (1553) o Alfonso Fernández de Madrid (1556), además de eruditos que la conocieron en la Corte portuguesa, como Girolamo Britonio o André de Resende. Sin embargo, en estas y otras citas posteriores (Juan Pérez de Moya, Francisco de Pisa, Guillaume Postel, etc.) lo que se admira es su erudición clásica, inaudita en una mujer, su prodigioso dominio de varias de las lenguas antiguas y de la elocución, pero no se hace mención de sus obras.

Después de su muerte, el padre de Sigea promovió la edición de Syntra, que se publicó en París en 1566, con la intervención de Jean Nicot, embajador de Francia en Portugal entre 1559 y 1561 y arropado por un extenso conjunto de poemas latinos laudatorios o de epitafios a la autora. El librito no debió de pasar de una difusión muy reducida, porque no lo cita ninguno de quienes la elogian, que sí se refieren con frecuencia a su carta en cinco lenguas dirigida al Papa.

Publicación de las obras de Luisa Sigea junto al libelo obsceno falsamente atribuído

Luisa Sigea gozó, pues, desde muy joven de una gran fama; prueba de ello es que fue objeto de  una impostura literaria: en 1680 se asocia su nombre a una obra obscena titulada Aloysiae Sigeae Toletanae satyra sotadica de arcanis amoris et veneris: Aloysiae hispanice scripsit: latinitate donavit J. Meursius, dada a la luz por Jean Nicolas, un impresor de Grenoble. En 1700 entraba en el Índice, cuando ya existían cinco o seis ediciones y traducciones. La obra se atribuyó al conocido abogado del Dauphiné, Nicolas Chorier, treinta años después de su muerte, y desde entonces la polémica se extendió a lo largo de los siglos, incluyendo en la nómina a otros candidatos a autor, como Jean Vestrène, jurisconsulto de La Haya.

Lo curioso del caso es que, además de atribuirle una falsa obra obscena a la piadosa (pero profana) Luisa Sigea; la mayor parte de los críticos se dedican a resaltar los errores de lengua latina que aparecen en el texto, intentando quitarle el mérito de la elegancia de su latinidad.

Luisa Sigea fue una excepción en su tiempo en varios aspectos. Perteneció a una minoría de mujeres altamente educadas, pero fue casi la única que, empleando medios de autopromoción, encontró una salida profesional para rentabilizar económicamente esa educación en los mismos entornos cortesanos que los humanistas, y, como ellos, creó algunas obras literarias que han sobrevivido; además contó con el reconocimiento de sus coetáneos y una inmediata fama posterior de erudita. No existió en todo el siglo XVI español ninguna otra mujer que presente un perfil similar.

PARA SABER MÁS…

Podéis oír hablar sobre Luisa Sigea a la profesora Nieves Baranda en este audio de la UNED titulado «La erudición imposible de Luisa Sigea»

FUENTES

  • BARANDA LETURIO, Nieves: «Luisa Sigea» en <http://dbe.rah.es/biografias/17738/luisa-sigea&gt;, consultado el 2 de febrero de 2020.
  • BARANDA LETURIO, Nieves (2014): «Luisa Sigea, poeta con musa (Alcalá, 1558-1568)», EPOS, XXX , págs. 99-112.
  • BARANDA LETURIO, Nieves (2005) «Escritoras sin fronteras entre Portugal y España en el Siglo de Oro (con unas notas sobre dos poemas femeninos del siglo XVI», Península. Revista de Estudios Ibéricos, págs. 219-236.
  • BARANDA LETURIO, Nieves (Marzo-abril 2009). “Notas para un cancionerillo de poetas cortesanas del  siglo XVI”, Destiempos.com, nº 19, págs. 8-27. Disponible en: <http://www.destiempos.com/n19/dossierescritoras.pdf&gt;
  • BIESES, Bibliografía de escritoras españolas (http://www.uned.es/bieses).
  • «Dialogyca BDDH: Biblioteca Digital de Diálogo Hispánico [en línea]. [2 de febrero de 2020]
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«Puellae doctae»: las mujeres escritoras en el Renacimiento

«Puellae doctae», las muchachas doctas, fue el apodo que un grupo de mujeres brillantes, con gran preparación humanística y excelentes conocimientos, recibió entre los círculos cortesanos a los que pertenecían. Varios hechos explican este hecho que se desarrolló no solo en las cortes peninsulares, sino también en las cortes europeas. En primer lugar, el interés renacentista por el conocimiento y la difusión de las lenguas clásicas que permitió el resurgimiento de la educación femenina;  en segundo lugar, debido al mecenazgo desarrollado por reinas, virreinas e infantas españolas y, en tercer lugar, de tanta o más importancia, como dejó escrito alguna de ellas, «al sudor y constantes vigilias» o, como subrayó otra, «por mi industria, estudios y trabajos».

Durante los siglos XV y XVI florecieron en las cortes europeas, especialmente en Italia, Francia e Inglaterra, grupos de mujeres brillantes que participaron en el proyecto renacentista. También en los reinos peninsulares, desde principios del siglo XV, apareció un buen número de jóvenes  que fueron famosas por sus conocimientos y erudición.

La mayor parte de estas mujeres procedían de ambientes prósperos y favorables a la cultura: eran hijas de aristócratas o de intelectuales (profesores, médicos, abogados, etc.). Gracias a esta buena posición familiar podían contar con grandes maestros y bibliotecas particulares y alcanzar una excelente cultura y formación que, por otra parte, estaba vedada a la mayor parte de las mujeres.

La corte humanista de una reina humanista: Isabel la Católica

Esta presencia femenina en las altas esferas intelectuales y su participación activa en el nuevo movimiento cultural, alcanzaron su máximo esplendor durante el reinado de Isabel I de Castilla. La reina, mujer culta y entusiasta de las letras y las artes, llevó a cabo una importante obra de difusión y recuperación de la cultura clásica. Su determinación tardía de aprender latín y su empeño por mejorar el ambiente cultural de la corte, le llevaron a llamar y acoger a destacados humanistas como Antonio de Nebrija, Alonso de Palencia, Luis Vives, Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Anglería, entre otros. Fue en este ambiente erudito de la corte de Isabel la Católica donde floreció el nutrido grupo de mujeres dedicadas a la investigación y al estudio de la cultura y la lenguas clásicas. Gracias a ellas, las infantas y las damas del entorno palaciego, animadas por la reina, empezaron a conocer y aprender también estas lenguas.

Lucio Marineo Sículo

Lucio Marineo Sículo en su obra Cosas memorables de España (De rebus Hispaniae memorabilibus) señala que la reina Isabel proporcionó maestros a todos los miembros de la corte, tanto doncellas como pajes. Este interés por la cultura en la corte de Isabel la Católica llamó la atención en Europa donde viajeros como Münzer describió cómo Pedro Mártir de Anglería educaba a los jóvenes cortesanos enseñándoles a recitar clásicos latinos como Juvenal y Horacio y alabó tan buen hacer cultural.

Biblioteca del monasterio de san Juan de los Reyes en Toledo.

Uno de los instrumentos que puso al servicio de los cortesanos y especialmente del nutrido grupo de mujeres cultas fue su biblioteca. Entre sus lecturas predilectas se encontraba la obra de Christine de Pizan, poeta y filósofa francesa que murió en 1430.

Las «puellae doctae» de la corte de la reina Isabel la Católica

Beatriz de Bobadilla (1440- 1511)

Entre este selecto grupo destacó, en primer lugar Beatriz de Bobadilla, quien, nacida en Salamanca en 1440, estuvo desde muy joven al servicio de la reina, cuando todavía era una infanta. Beatriz de Bobadilla fue una amiga personal y consejera de la reina durante toda su vida, a quien acompañó en viajes, expediciones y guerras.

Entre los logros del reinado atribuidos  a la influencia de Beatriz, uno de los más determinantes fue la decisión de la reina a prestar su apoyo a Cristóbal Colón. El poeta Alvar Gómez de Ciudad Real recogió estos hechos en un composición latina dedicada al descubrimiento del Nuevo Mundo, donde expone las dudas de la reina y las exhortaciones de Beatriz de Bobadilla a su soberana para que llevase a cabo la empresa.

Beatriz contrajo matrimonio con Andrés Cabrera, mayordomo de palacio, y tanto él como ella prestaron grandes servicios a la Corona por lo que fueron recompensados con el titulo de marqueses de Moya y el gran señorío de Chinchón.

A la muerte de Isabel la Católica en 1504, los marqueses de Moya se retiraron de la corte, Beatriz murió en Madrid en 1511, dejando un recuerdo lleno de consideración hacia su persona.

Beatriz Galindo, la Latina.

Nacida también en Salamanca hacia 1475, Beatriz Galindo tuvo la fortuna de pertenecer  a una familia noble y muy culta, que le permitió adquirir una esmerada educación. Tuvo un extenso conocimiento de la cultura y las lenguas clásicas, así como de filosofía, que estudió con interés y profundidad, siguiendo especialmente a Aristóteles. A  los quince años, no solo sobresalía en la traducción y lectura de los textos clásicos, sino también en el latín hablado, lo que hizo que su fama se extendiese primero por Salamanca y después por todo el reino.

Cuando en 1486, por decisión de sus padres, se preparaba para ingresar en un convento, fue llamada por la reina Isabel la Católica a la corte como preceptora de sus hijas. Bajo su magisterio, la misma reina aprendió latín y la convirtió en amiga y consejera hasta el final de su reinado. Fue una de las mujeres más elogiadas de su tiempo. Lope de Vega le dedicó unos versos en La Jerusalén conquistada:

Su querida Beatriz, su prenda amada,
por segunda Nicostrata tenida,
célebre vivirá de gente en gente,
en nombre de Latina eternamente.

Tras la muerte de su marido en 1501 y de la reina en 1504, solicitó autorización para abandonar la corte y dedicarse de pleno al estudio. Un año después construyó el llamado Hospital de los pobres en Madrid, conocido con el nombre de La Latina. También fundó el Convento de la Concepción Francisca y de la Concepción Jerónima, para mujeres pobres, encargándose directamente de la dirección.

Desde su academia de filosofía del convento de la Concepción Jerónima, Beatriz intentó dar un impulso a un escogido círculo de intelectuales. Asimismo, con sus fundaciones conventuales femeninas, proporcionó a otras mujeres un espacio hacedor de cultura femenina, donde pudieran dedicarse a la formación intelectual y al estudio.

Cerca del convento mandó construir su propia residencia, la casa-palacio de los Ramírez, conocido hoy como el palacio de Viana.

Palacio de Viana (Madrid)

Pese a que desarrolló una gran creatividad literaria, se han perdido todas sus obras, incluidas sus cartas. Se le han atribuido unas Notas y Comentarios sobre Aristóteles, unas Anotaciones sobre escritores clásicos antiguos y una serie de poemas en latín.

Teresa de Cartagena (1420-?)

Esta religiosa, escritora y mística, autora de la obra Arboleda de los enfermos,  un tratado místico sobre los beneficios espirituales del sufrimiento físico, fue también llamada a su corte por la reina Isabel, después de que esta última hubiera leído su obra.

En 1449, Teresa había entrado en el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, perteneciente a la orden del Císter, y fue allí donde a partir de 1453 o 1459 se declaró su sordera, limitación que contribuyó a desarrollar su interioridad y su misticismo.

Cuando se enteró de que las autoridades consideraban que la Arboleda de los enfermos era de tal calidad que tenía por fuerza que ser obra de un hombre, Teresa de Cartagena se apresuró otro libro Admiratio Operum Dei, en defensa del protagonismo literario de las mujeres y de su nivel intelectual.

Teresa de Cartagena  ha sido reconocida como la primera pensadora y escritora mística en español, y su obra ha sido considerada por algunos autores como el primer texto feminista escrito por una mujer española.

Las muy inteligentes y cultas hijas de Isabel la Católica

La reina atrajo a la corte a estas mujeres doctas con el fin de educar principalmente a sus hijas Isabel, Juana, María y Catalina.

Isabel de Aragón (1470-1498)

La hija mayor de los Reyes Católicos, Isabel, apenas vivió 28 años, pero se casó dos veces, primero con el infante Alfonso de Portugal y, en segundo lugar, con el primo del fallecido, Manuel el Afortunado, que llegaría a ser rey de Portugal. Isabel murió en el parto de su primer hijo Miguel de Paz.

 

Juana I de Castilla (1479-1555)

Llegó a ser reina de Castilla con el nombre de Juana I. En 1496 fue enviada por su  padre a Flandes para contraer matrimonio con Felipe el Hermoso de Habsburgo. Cuando llegó, su excelente educación le permitió hablar y responder en latín a los nobles y personalidades de aquel estado.

María de Portugal (1482-1517)

Contrajo matrimonio en 1500 con el viudo de su hermana, Manuel el Afortunado. A su llegada a Portugal, hablaba perfectamente el latín y lo puso de moda en la corte lusitana. La reina fue madre de diez hijos, entre ellos, Juan III, Enrique I de Portugal y la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V.

 

Catalina de Aragón (1485-1536)

Fue el ejemplo más claro de la educación recibida en la corte de su madre. En 1501 contrajo matrimonio con el príncipe Arturo de Gales, el cual murió pocos meses después. En 1509 se casó con el hermano de su difunto marido, Enrique VIII. En Inglaterra, pudo desplegar todos sus conocimientos, gracias también a la amistad con Juan Luis Vives. Catalina había llegado a dominar perfectamente no solo el inglés, sino también el alemán, el francés, el griego y el latín. Llegó a ser admirada por Erasmo de Rotterdam.

Mujeres renacentistas en la Universidad

Algunas de las «puellae doctae» del Renacimiento sobresalieron en la Universidad de su tiempo, no solo como alumnas sino como docentes.

Juana de Contreras

Sobrina de Lope de Baena y alumna de Lucio Marineo Sículo, con quien mantuvo correspondencia en latín. Sus conocimientos le llevaron a dar conferencias en la Universidad de Salamanca.

Francisca de Nebrija

Hija de Elio Antonio de Nebrija, no solo colaboró con su padre en la redacción de la primera Gramática castellana, sino que a la muerte de este en 1522, lo sustituyó en la cátedra de Retórica de Alcalá.

Lucía/Luisa de Medrano (1484-1527)

Sin duda, el caso más singular. Esta «puella docta» llegó a ser catedrática de Humanidades en 1508 y, probablemente también, de Derecho en la Universidad de Salamanca.

Existen muchos testimonios de la actividad de esta mujer en la Universidad en la que desarrollaba su labor docente comentando los autores latinos. Entre los testimonios de sus coetáneos destacó Lucio Marineo Sículo, quien escribió: «En Salamanca conoscimos a Lucía Medrana, doncella eloquentísima, A la qual oymos no solamente hablando como orador, mas también leyendo y declarando en el Estudio de Salamanca libros latinos públicamente».
En 1514, el mismo Marineo Sículo, le escribió palabras de admiración: «Tú que en las letras y elocuencia has levantado bien alta la cabeza por encima de los hombres, que eres en España la única niña y tierna joven que trabajas con diligencia y aplicación no la lana sino el libro, no el huso sino la pluma, ni la aguja sino el estilo»

 

El final de las «puellae doctae»

A pesar de que hubo también mujeres excepcionales en el siglo XVII, el fenómeno de las «puellae doctae» en el Renacimiento y de este resurgir del espíritu entre las mujeres se caracterizó por la brevedad de su existencia: no duró ni un siglo. Con la muerte de aquellas reinas, infantas y nobles mecenas, el espíritu que sustentaba esta fuerza, que parecía imparable, dada su brillantez comenzó a decaer, prolongándose débilmente en el tiempo.

[Texto adaptado de «Puellae doctae en las cortes peninsulares», artículo de Cristina Borreguero Beltrán, publicado en Mujeres en la historia. Heroínas, damas y escritoras (siglos XVI- XIX), Dossiers Feministas, 15, 2011, pp. 76-100]

PARA SABER MÁS

Podéis ver este vídeo elaborado por la UNED que nos explica quiénes fueron las «puellae doctae»:

https://canal.uned.es/video/5cebb8baa3eeb098398b456d

  • Alvar Ezquerra, Alfredo (2005) «Modelos educativos de Isabel la Católica», en La reina Isabel y las reinas de España, Realidad, modelos e imagen historiográfica, Actas de la VIII Reunión Científica de la Fundación española de Historia Moderna, Madrid, Volumen I. pp. 123- 136.
  • Arteaga, Almudena de (2007): Beatriz Galindo, la Latina: Maestra de reinas, Madrid, Algaba ed.
  • Amores Pérez, Raúl: Biografía de Luisa Sigea Toledana. Una taranconera del siglo XVI en la corte portuguesa y española.
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El ala del prodigio: san Juan de la Cruz

Juan de la Cruz (apuntesdelechuza.wordpress.com)

«San Juan de la Cruz es un prototipo de escritor místico, de una persona que experimenta unas intensas vivencias religiosas y pretende comunicarlas a un círculo de compañeros con inquietudes similares, entre los que destacan varias figuras femeninas, como santa Teresa de Jesús o Ana de Jesús. En tal empeño creativo se ve abocado a asumir las corrientes espirituales, estéticas y literarias de su época -finales del Renacimiento- y a llevar al extremo los recursos del lenguaje poético, especialmente en lo relativo al uso de los símbolos. Amante del silencio, pero maestro de la palabra, como artista adelantado al momento histórico que le correspondió vivir, sus poemas han influido en los principales poetas españoles de todos los tiempos».

Esta es la introducción a la página web del Centro Virtual Cervantes sobre san Juan de la Cruz:

La vida de san Juan de la Cruz

Se llamaba Juan de Yepes y Álvarez y nació en Fontiveros (Ávila) en 1542. A los veintidós años profesó en la Orden del Carmelo, que estaba reformando santa Teresa de Jesús, que lo llamaba «este santico».

Se  sumó a su empresa reformadora y fundó, con la regla por ella adoptada, varios conventos. Le alcanzaron las conmociones a que dio lugar la reforma carmelitana, y fue encarcelado durante ocho meses en Toledo en 1577: consiguió huir de esta prisión, en la que seguramente escribió algunos de sus poemas. Tras el reconocimiento oficial de la reforma de la Orden de los Carmelitas Descalzos, san Juan desempeñó el cargo de prior en Baeza, Granada y Segovia. Después de nuevos incidentes, fue confinado en el convento de La Peñuela. Murió en Úbeda en 1591.

Ya hemos visto en su biografía que san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús se conocieron y compartieron afanes reformistas. Podéis ver una selección de diálogos entre san Juan y santa Teresa extraídos de la serie Teresa de Jesús:

La obra de san Juan de la Cruz

Toda la obra de san Juan de la Cruz es ascético-mística. Y, en sus grandes poemas y en parte de su prosa, declaradamente mística.

Sus poemas mayores presentan simbólicamente la búsqueda del Amado (Dios) emprendida por una mujer (el alma), en una naturaleza que refleja la belleza del Amado, el encuentro de ambos y su unión en éxtasis amoroso. Noche oscura del alma, Cántico espiritual y Llama de amor viva van seguidos de comentarios en prosa donde el autor explica el sentido de los versos que expresan experiencias místicas inefables y de difícil comprensión.

Noche oscura del alma

Las ocho liras que sirven de partida a la Subida del Monte Carmelo fueron quizás escritas por san Juan en la prisión de Toledo. Como el propio autor dice, «toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del Monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones, y en ella se contiene el modo de subir hasta la cumbre del monte que es el alto estado de perfección que aquí llamamos unión del alma con Dios».

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En este poema, la noche se transforma en luz una vez que ha guiado a la Amada hasta el Amado, y se establecen relaciones con las ideas espaciales: arriba (lo divino)/ abajo (lo corporal).  Si queréis oírlo, Sergio Galindo lo lee aquí.

 

Cántico espiritual

Con el Cántico espiritual, San Juan de la Cruz alcanza una de las cimas de la lírica española e incluso la universal.  Inspirado en el Cantar de los cantares, este poema de 40 liras presenta metafóricamente a la esposa (el alma) que, ebria de impulso amoroso, requiere la presencia del Esposo (Cristo-Dios), al que busca en la noche sosegada, siempre en un paisaje renacentista, con valles solitarios y ríos sonoros. Podéis leerlo pausadamente en este vídeo que os he preparado. Disfrutadlo:

También podéis oírlo, leído por Sergio Galindo:

Llama de amor viva

El amor espiritual y profundísimo de su experiencia religiosa provoca la creación de Llama de amor viva. El poeta se vale en ella de un lenguaje simbólico y alegórico que ha suscitado muchas interpretaciones. El propio autor tuvo que explicar sus símbolos y alegorías en diversos escritos en prosa, uno de ellos titulado Subida del monte Carmelo. Sus palabra suenan melodiosas y apasionadas, arropadas por las formas del cancionero tradicional y de la poesía italianizante, las mismas que estaban sirviendo a otros poetas para cantar el amor terrenal.

Podéis oír una versión musical de Llama de amor viva, cantada por Amancio Prada:

La obra poética de San Juan de la Cruz puede consultarse en la página web del Centro Virtual Cervantes en una edición crítica y anotada por María Jesús Mancho Duque. Se ofrecen aquí los poemas del autor contenidos en el manuscrito de Sanlúcar de Barrameda, que es el que ofrece mayor fiabilidad textual.

 

ACTIVIDADES INTERACTIVAS SOBRE SAN JUAN DE LA CRUZ

SÓLO PARA EXPERTOS/-AS (O MUY INTERESADOS/-AS)

María Jesús Mancho Duque: El elemento aéreo en la obra de san Juan de la Cruz: léxico e imágenes.

Luce López-Baralt: San Juan de la Cruz, ¿poeta del amor divino o poeta del amor humano?

María Blanca Lozano Alonso: La experiencia existencia de san Juan de la Cruz

UNA CURIOSIDAD

El grupo granadino Los Planetas tienen una canción titulada «San Juan de la Cruz». No tiene nada que ver con el escritor (o al menos yo no he visto ninguna relación… ya me contaréis), pero resulta curiosa. Aquí os la dejo, por si os apetece escucharla:

[Fuentes: BLECUA, José Manuel [et al.] (2008), Lengua castellana y Literatura 1º, Madrid: Editorial SM; FERNÁNDEZ  SANTOS, Alonso [et al.] (1992), Literatura 2º, Barcelona: Magisterio Casals; ARROYO CANTÓN, Carlos [et al.] (2006), Lengua castellana y Literatura 1º de Bachillerato, Madrid: Oxford; GARCÍA MADRAZO, Pilar [et al.], (2008) Lengua castellana y literatura 1º de Bachillerato, Zaragoza: Edelvives. Proyecto Zoom;  MELÉNDEZ, Isabel [et al.], (1996) Lengua y literatura castellana 4º ESO, Madrid: ESLA; PASCUAL, José A. [et al.](2008) Lengua y literatura 1º Bachillerato, Madrid: Santillana; ESCRIBANO, Elena [et al.](2008), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, VALENCIA: ECIR; MARTÍ, S. [et al.] (2002), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MARTÍ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MATEOS DONAIRE, E. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Madrid: McGrawHill; RIQUELME, J. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Valencia: Micomicona; GARCÍA GUTIÉRREZ, M. [et al.] (2015), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato. Serie Comenta, Madrid: Santillana; GUTIÉRREZ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Madrid: Anaya.]

 

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Beatus ille: la poesía de fray Luis de León

Monumento a Fray Luis de León en Salamanca (angellapresta.wordpress.com)

Otro de los poetas renacentistas que estudiamos este año es fray Luis de León. Seguro que alguno de vosotros o vosotras se ha sentido identificado/a con este hombre de carácter difícil que buscaba la paz y la tranquilidad y que la encontraba en la amistad, la naturaleza, la contemplación del firmamento y la música.

Aquí podéis encontrar más datos sobre su vida y su obra, así como elementos que os sirvan para repasar o profundizar vuestros conocimientos sobre la obra de fray Luis.

LA VIDA DE FRAY LUIS DE LEÓN

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Fray Luis de León fue un verdadero rebelde en su época. Nació en Belmonte (Cuenca) en 1527), en una familia con antepasados judeoconversos. Profesó como fraile agustino y consiguió la cátedra de Sagrada Escritura en la Universidad de Salamanca, siempre fue vigilado por el Tribunal de la Inquisición. En 1572, fue denunciado, tras polémicas y desavenencias con los dominicos, por traducir el Cantar de los Cantares al castellano y por comentar la Biblia en hebreo (y no en el latín de La Vulgata, como prescribía el Concilio de Trento). Estuvo encarcelado cinco años (1572-1577). Liberado, sin cargos, se incorporó a la docencia e inició su primera clase con el mítico «Decíamos ayer…»

En 1579 consiguió la cátedra de Biblia de la Universidad de Salamanca. Fue elegido provincial de su orden. Murió en 1591 en Madrigal de las Altas Torres.

Podéis ver este vídeo de la Radio y Televisión de Castilla y León donde se resumen los hechos principales de su vida:

INFLUENCIAS FILOSÓFICAS Y POÉTICAS

Fray Luis cultivó su poesía —y también sus obras en prosa— en el marco del auge de la literatura espiritual que caracterizó la segunda mitad del siglo XVI

En la poesía de fray Luis de León influyeron las principales corrientes de pensamiento de la época:

Neoplatonismo

El neoplatonismo es una doctrina filosófica que procede de Egipto. Su principal representante fue Plotino (siglo III). En el Renacimiento italiano el neoplatonismo influyó sobre Marsilio Ficino, Pietro Bembo y Pico della Mirandola.

Los neoplatónicos creen en la existencia del Uno (identificable con Dios y con todo lo absoluto y perfecto), que ha hecho surgir por emanación a todos los demás seres.

Esta escuela filosófica propugnaba una visión idealizada del universo, la naturaleza y el hombre, en los que es posible percibir la condición del Creador. Para fray Luis, la música y la poesía humanas son un intento de imitación de la música divina: la armonía que rige el universo. En este orden de cosas, el hombre se halla rodeado de una oscuridad que le impide conocer a Dios si no alza la vista a las luminarias celestes.

Pitagorismo

En la concepción pitagórica, todo puede reducirse a números, incluidos los elementos musicales. A cada cuerpo celeste le corresponde un número y produce, al moverse, un sonido que concuerda con el de los demás astros y, así, se va conformando una melodía perfecta. El alma debe ascender a las esferas superiores, momento en el que experimenta la mayor dicha, pues contempla al ser divino.

Estoicismo

Marco Aurelio, el emperador estoico

Esta filosofía propugnaba la capacidad del hombre para vencer las pasiones (el amor, el odio, la esperanza y el miedo) y conseguir  así la paz y el temple necesarios para afrontar los avatares de la vida. La tranquilidad y el bien se pueden alcanzar, entre otros medios, a través del conocimiento de uno mismo y llevando una existencia apartada.

EL BEATUS ILLE Y LA VIDA RETIRADA

La temática de las cuarenta composiciones líricas de fray Luis de León se centró en el anhelo de la paz espiritual: vivir para Dios, buscar la paz y la libertad en la soledad de la naturaleza, en la armonía de la música, en la riqueza. Fray Luis es un ejemplo palmario de la imitatio renacentista: es el poeta del siglo XVI que mejor supo armonizar el mundo clásico — al griego Homero y a los latinos Horacio y Virgilio— y la literatura italiana del Quattrocento con la tradición bíblica Se impregnó del amor a la naturaleza, como refugio de los males de la sociedad.

En su búsqueda de la paz interior, fray Luis recurrió al beatus ille («feliz aquel»), tópico clásico cuyo origen se remonta a Horacio. Con él expresa el anhelo por la vida retirada en la paz del campo frente al ajetreo de la vida en las ciudades, así como el desprecio por la ambición que mueve a quienes desean medrar en ellas (es decir, el otium frente al negotium).

Este anhelo de paz interior enlaza con la idea de que el contacto del hombre con la naturaleza lo acerca al Creador y lo aleja de las tentaciones mundanas; es un paso en la búsqueda de Dios y del ambiente necesario para la creación.

LA OBRA POÉTICA DE FRAY LUIS

La mayor parte de sus obras poéticas son odas que, curiosamente, no fueron publicadas durante su vida, sino cuarenta años después de su muerte por Francisco de Quevedo. Fray Luis demuestra en sus obras ser un gran clásico, como lo fue Garcilaso en la primera mitad del siglo.

Oda a la vida retirada

Es una composición poética que consta de 40 liras, en la que fray Luis de León imita la más famosa oda de Horacio quien, recreando el tópico del Beatus ille, elogia la vida campestre, cercana a la naturaleza y alejada de las riquezas y vanidades del mundo, ideal que también comparte nuestro poeta. Podéis escucharla en una magnífica lectura (desafortunadamente, desconozco quién es el actor que lo ha leído, pero es fantástico.)

Otras famosas odas de fray Luis de León

La Oda a la noche serena, A Francisco de Salinas y el tercer poema dedicado a Felipe Ruiz (¿Cuándo será que pueda?) recogen el deseo de fray Luis de contemplar la armonía divina. Aunque fray Luis nunca fue un místico, sino un asceta que no alcanzó la culminación del proceso espiritual de identificación con Dios, en estos poemas consigue transmitir el sentimiento de unión con lo absoluto.

En el caso de la Oda a la noche serena, la belleza y la armonía del universo ayudan al poeta a acercarse a la plenitud.

En la segunda de estas odas, fray Luis alaba la música de su amigo Francisco Salinas, compositor y humanista, y colega de fray Luis en el claustro de la Universidad de Salamanca.  En ella el poeta expresa los efectos físicos y espirituales que, a su juicio, produce esta música sobre quien la escucha.

Odas religiosas (En la Ascensión y Morada del cielo) y alguna de asunto épico, como Profecía del Tajo, acerca del tema tradicional del rey don Rodrigo y la pérdida de España.

EL ESTILO DE FRAY LUIS DE LEÓN

La imitación de los modelos latinos se plasma en un estilo armonioso y dulce, donde los versos, agrupados principalmente en liras garcilasianas, se desgranan con una evidente sensación de espontaneidad, de tal modo que parecen surgidos sin esfuerzo. El propio fray Luis quiso quitar mérito a su producción poética: «en mi mocedad se me cayeron de las manos estas obrecillas». Sin embargo, sabemos cuánto trabajó en pulir todo lo que escribía y en intentar lograr para el castellano la misma consideración de lengua culta que gozaba el latín.

Es consciente de su esfuerzo de fino estilista —»Faltan palabras a la lengua para los sentimientos del alma»—: «es nuevo y camino no usado por los que escriben en esta lengua poner en ella número [ritmo], levantándola del decaimiento ordinario», afirma en De los nombres de Cristo; y continúa en la Exposición del Libro de Job: «lo que se habla con elocuencia […] es oído con atención y deseo» porque «al que razona concertada y provechosamente, los oyentes, como interiores y sujetos lo oyen, y con la copla de sus palabras escogidas y bien puestas, cae en sus oídos, y de sus oídos pasa al ama, y cría en ella juicios y voluntades, y movimientos buenos y santos; y óyenle con sed y con gusto, y apetece oírle si cala, y cuando calla, le piden y demandan que hable.»

Algunos de los rasgos que destacan en sus obras son:

  • Una cuidada selección léxica.
  • Una constante simetría en la construcción de las estrofas.
  • Violentos encabalgamientos.
  • Intensa presencia del yo del autor.
  • Abundantes recursos retóricos: hipérbaton, paralelismo, polisíndeton, asíndeton y anáforas.
  • Su poesía está dirigida a una segunda persona, ello explica el carácter conversacional que suelen tener: abundantes exhortaciones, preguntas retóricas, enumeraciones, etc.

SABER MÁS…

Como hemos visto, fray Luis de León es una figura indispensable para entender el Renacimiento español, la página web de la Biblioteca Virtual Cervantes nos ofrece abundante material para facilitar la lectura y el conocimiento de la obra de fray Luis. Ya sabes, haz clic en la imagen.

El blog del programa de TVE El escarabajo verde dedica una entrada a «la poesía jardinera» de fray Luis. Una manera muy interesante de leer la obra de este autor.

Para los interesados en la música os incluyo un podcast del programa de Radio Clásica  Todas las mañanas del mundo donde se recuerda al gran maestro madrileño Conrado del Campo, que incluye un fragmento de la Oda a Salinas de fray Luis de León. Obras de Stefano Landi, Michel Blavet, Boismortier, Francesco Morlacchi y Darius Milhaud.

LEER A FRAY LUIS DE LEÓN

Si lo poquito que hemos leído en clase os ha sabido a eso, a poco, podéis consultar en una edición digital las obras de fray Luis de León:

ACTIVIDADES SOBRE FRAY LUIS

Actividades sobre la Oda A la Ascensión de fray Luis de León.

En estas actividades podéis comparar un soneto de Garcilaso con un fragmento de la Oda a la noche serena de fray Luis de León.

Os ofrezco también un ejercicio de comprensión lectora sobre la Oda a la vida retirada de fray Luis de León.

[Fuentes: BLECUA, José Manuel [et al.] (2008), Lengua castellana y Literatura 1º, Madrid: Editorial SM; FERNÁNDEZ  SANTOS, Alonso [et al.] (1992), Literatura 2º, Barcelona: Magisterio Casals; ARROYO CANTÓN, Carlos [et al.] (2006), Lengua castellana y Literatura 1º de Bachillerato, Madrid: Oxford; GARCÍA MADRAZO, Pilar [et al.], (2008) Lengua castellana y literatura 1º de Bachillerato, Zaragoza: Edelvives. Proyecto Zoom;  MELÉNDEZ, Isabel [et al.], (1996) Lengua y literatura castellana 4º ESO, Madrid: ESLA; PASCUAL, José A. [et al.](2008) Lengua y literatura 1º Bachillerato, Madrid: Santillana; ESCRIBANO, Elena [et al.](2008), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, VALENCIA: ECIR; MARTÍ, S. [et al.] (2002), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MARTÍ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide; MATEOS DONAIRE, E. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Madrid: McGrawHill; RIQUELME, J. [et al.] (2015), Lengua castellana y literatura 1º Bachillerato, Valencia: Micomicona; GARCÍA GUTIÉRREZ, M. [et al.] (2015), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato. Serie Comenta, Madrid: Santillana; GUTIÉRREZ, S. [et al.] (2015) Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Madrid: Anaya.]
 

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