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Hallar un sentido

La Pandemia nos hizo reflexionar sobre la naturaleza de lo que somos hoy y hacia donde nos dirigimos mañana. Un ente microscópico tuvo la capacidad de paralizar al mundo, producir daños irreversibles a su aparato productivo, fracturar familias, apagar la vida a casi dos millones de personas y enfermar a otro tanto. Mutó las relaciones laborales, el paisaje en las ciudades, la estética personal. Nos hizo aún más dependientes de la tecnología, implantó otros patrones de estudio y estilos de comunicación, limitó el contacto de pieles, fortaleció las angustias y el miedo; hasta la forma de elegir a representantes políticos sufrió una mutación. También azuzó la creatividad para crear empresas y reinventarse.



Un virus, invisible al ojo humano, cambió a la humanidad y marcó un antes y un después en nuestras vidas. Nada será igual. Y esto invita a reflexionar sobre el hilo finísimo que sostiene al destino.

Por más que intentemos tener el control de la existencia, hemos de concluir que poco podemos hacer frente a las contingencias sobrevenidas que modifican la dimensión en la que vivimos, expulsándonos a un universo nuevo, que para sobrevivir obliga a transformarnos.

La fragilidad del tejido que sostiene a la humanidad es inversamente proporcional a la fuerza de carácter a desarrollar para sobrellevar los golpes que sentimos con cada giro que se produce en el ámbito personal, por móviles que no controlamos.

Es fácil perder el horizonte por las nieblas que el azar impone. Miles optan por la desesperación. Las grietas en las columnas que sostienen sus vidas causan tal angustia que respirar se vuelve insoportable.

De la noche a la mañana hay que aislarse de la sociedad, ya no hay comida en la mesa, muere un familiar. Y caen las bombas noticiosas, que dejan al ánimo en escombros. Entonces el tejido se rompe y surge el agujero negro, del que emana un canto de sirenas.



Nietzsche afirmó que su contemplación se puede tornar tan intensa que nosotros mismos terminamos siendo ese abismo. Y esto es lo que está sucediendo en el mundo. Se abrió el agujero negro que chupa la existencia. Al no haber tejido que sostenga al universo humano, es tentador precipitarse en sus honduras.

COVID19, un fantasma invisible, la bestia que se devoró las certidumbres. Abrió el abismo y la supernova desprende millones de partículas en el espacio, dando luz al nuevo universo.  Es un reto que no todos asumen. La tasa de suicidios alarma. Los psiquiatras no se dan abasto. El alcohol y las drogas ilícitas son fieles acompañantes.

En un instante despertamos en otra dimensión. Es el mundo paralelo que nos cambió la esencia de la vida. La certidumbre, el sentimiento de seguridad que proporcionaba el tejido que nos sostenía, explotó en mil pedazos. La desorientación sobrevenida obliga a ubicar una vida diferente. Y entonces recordamos a Viktor Frankl.



Inventó la técnica mental llamada Logoterapia, que consiste en eso, buscar un sentido a la vida que justifique la existencia y de motivos para vivir con la esperanza de un mañana mejor.

Su experiencia en los campos de concentración nazi fueron la escuela que enseñó a Frankl que eso que denominamos “realidad” es un constructo subjetivo e individual, generado por cómo pensamos, la historia que nos contamos y el significado que damos a nuestras percepciones. Mediante este recurso mental, Frankl sobrevivió el horror, inventándose su propia realidad, el universo donde era viable la preservación de la dignidad y el respeto por sí mismo. Encontró motivos para seguir evolucionando, con ánimo para crecer en sabiduría y expectativas.



La clave está en la palabra de siete letras: Sentido, con el peso simbólico de ese número siete.

Buscarle un sentido a la vida es el escudo para resistir la atracción magnética del abismo. El fantasma puede combatirse con vacunas, pero éstas no son suficientes para suprimir el efecto colateral del virus, ese hondo abismo.



Solo el sentido que hallemos en nuestro interior obrará el milagro de sostener el nuevo universo con un tejido indestructible. Así, caminaremos por la cuerda floja de la incertidumbre con la certeza en nuestra capacidad de resistir cualquier golpe.   El sentido es la más potente vacuna para los cambios de suerte que vengan a destruir nuestra existencia. Este es el reto. Emprender las luchas que nos pone el destino hallando un sentido, ese árbol mental con raíces en el corazón y su semilla, que germina en el alma.






2 comentarios

  1. Me deleita esta lectura, el sentido o propósito de ésta vida es prepararnos para la Vida Eterna. En Cristo Jesús Señor nuestro.

    Cómo Médico, estoy en un punto de preservar la Salud en mi entorno y despedir Colegas valiosos que se lanzaron al precipicio para recatar a otro semejante. La incertidumbre de un futuro de Vivir sano, se ve amenazada no solo por un Virus con corona de espículas venenosas, sino por una multitud de de Riesgos impredecibles. Ser útil entre tanto, sin garantías de ingresos ni ventajas. En Manos de Dios desde que nos engendraron, nos cuidaron, crecimos y desarrollamos aptitudes, con o sin Capa de Héroes, seguimos en harapos luchando cada vez con menos herramientas y casi ya sin uñas. Que Dios nos Juzgue al final; entre tanto que nos Ayude y Sostenga.

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